—¡Ah!
En el momento en que Sofía cerró la boca, una taza de café caliente salió disparada hacia ella. Había sido algo inesperado y la tomó completamente desprevenida. El café le alcanzó en pleno rostro, dejándola momentáneamente cegada por la sorpresa y por el café. Dado que ya se sentía incómoda por la situación previa, este acto brusco solo agravó su malestar.
Sofía fulminó a Luciana con una mirada gélida.
—Vaya, vaya. Así se porta una hija de la familia Rojas.
—¿Qué se supone que significa eso? ¿Me estás amenazando con el respaldo de tu familia? —se mofó Luciana. No se inmutó ante la mirada de Sofía.
Luego añadió:
—Sofía, no te creas superior sólo por ser la jefa de los López. Déjame decirte que, aunque tengas un estatus distinguido, ¡igual tienes que afrontar las consecuencias de tus acciones!
Sofía no contestó. En su lugar, cogió un pañuelo de papel para limpiarse el café.
—Te digo lo mismo.
Le haría entender a Luciana lo que significaba pagar el precio de sus acciones, pero n