A la mañana siguiente, cuando Sofía salió de su habitación, la cocina estaba impregnada de un delicioso aroma a desayuno.
La única persona que habría venido tan temprano a cocinar para ella era Julio. ¿Estaba aquí?
Sofía fue a la cocina y, para su sorpresa, encontró a Camila en la estufa.
—Buenos días, Sofía. El desayuno está listo—Camila apagó la estufa, emplatando tocino y huevos.
Sofía la miró sorprendida. —¿Sabes cocinar?
—Sí—Camila asintió. No era gran cosa para ella.
Sofía, por su parte, se entristeció. ¿Por qué parecía que todo el mundo a su alrededor sabía cocinar menos ella?
¿Por qué su abuelo no contrató a un chef para que le enseñara cuando era joven?
Estaban a punto de comer cuando sonó el timbre de la puerta. Camila se levantó al instante. —Voy yo.
Cuando abrió la puerta, vio a Julio de pie fuera, con frialdad.
—¿Sr. César? — preguntó Camila sorprendida. ¿Por qué estaba aquí? ¿No se había divorciado ya de Sofía? ¿Volvían a estar juntos?
Al ver que no era Sofía,