La mañana siguiente amaneció tibia y silenciosa. Céline se despertó primero, aún desnuda bajo las sábanas. Al notar que Kilian seguía dormido, se incorporó y lo observó unos segundos. Su respiración tranquila, la mandíbula relajada, la línea de su espalda al descubierto bajo la luz suave. Había algo vulnerable en él esa mañana… y también algo profundamente deseable.
Ella se acercó, lo besó en la nuca y deslizó la mano bajo las sábanas, con una intención clara. Kilian murmuró algo, medio dormido, pero no la detuvo. Al contrario, se giró hacia ella, la abrazó por la cintura y la besó como si necesitara anclarse.
La intimidad fue lenta, íntima, pero también cargada de una intensidad inusitada. Kilian la besó con hambre contenida, aferrándose a cada rincón de su cuerpo como si necesitara memorizarla. Su respiración era agitada, su cuerpo temblaba levemente con cada embestida. Cada movimiento parecía más una súplica silenciosa que un acto de placer. En su mente, una voz insistente martilla