Caí rendida en sus brazos y me dormí, como hace mucho no lo hacía, exactamente desde Colombia...
Desperté sintiendo besos en mi cuello y vino a mi mente, como una cachetada, lo de anoche.
Era él. Volteé a mirarlo casi con alivio. ¿Quién más podría estar en este momento?
Él notó mi cara de sorpresa.
—¿Esperabas que fuera alguien más, piccola?
«Dios… ese pecho, está sin camisa y con el cabello mojado.
¿Se bañó en qué momento?
Aunque podría verlo siempre.
  Espera… está sin camisa y yo desnuda.
  Tapé mi cuerpo lo más rápido que pude, aunque sé que no tiene sentido».
Él soltó una carcajada.
—Pensé que te habías ido.
«¿Por qué dije eso?
  Ok, sí es lo primero en lo que estoy pensando, pero… tonta».
—¿Querías que me fuera? —Se quedó mirándome serio, casi molesto.
—Yo… No, no, para nada. Sabes, aún estoy muy dormida. —Me tapé la cara con la cobija de la pena—.
  Si quieres dejarme morir aquí, está bien, yo aceptaré mi final.
—Aunque suene muy tentador, hay un desayuno esperándonos y no