Llegamos a mi casa en silencio.
«¿De qué quiere hablar y por qué a esta hora?
  Una parte de mí tiene sueño y la otra mucha ansiedad».
Él se acomodó muy cómodamente en el sofá
—¿Tienes algo que tomar?
—¿Coca Cola? No tengo más, menos alcohol
—Tendré que traerte unos vinos para las visitas.
—Me gusta más la champaña, Dante, estoy un poco cansada, ¿qué tal si vamos al grano?
—Te puedes sentar, me estresas caminando de un lado al otro
Me detuve y lo miré mal
—Siéntate aquí a mi lado, Aurora.
Eso fue una orden, y la seguí.
—Entonces, que Dante, ¿qué tenemos que hablar un jueves a las 3 de la mañana?
Miro el reloj en la pared.
—Dos y media, aún es temprano—puso su cabeza en mi hombro— cuando tu tío dijo que ibas a volver, me dije que jamás te vería
—¿Qué?
«Lo miré sorprendida», él me volvió a acomodar y volvió a poner su cabeza en mi hombro.
—En mi mente, sé que es una estupidez y parece un pensamiento de adolescentes, a veces cuando me encuentro extrañándola hago las cosas que a ella no