Damian
La luz del amanecer se filtra por las cortinas del dormitorio, iluminando tenuemente la figura dormida a mi lado.
Emma está acurrucada contra mi pecho, con la sábana cubriendo apenas su cuerpo desnudo. Su respiración es suave y pausada, y puedo sentir el calor de su piel contra la mía.
A pesar de la calma que emana de ella, yo no consigo dormir más de un par de horas. Mi mente sigue atrapada en las palabras que me dijo antes de quedarse dormida:
—Creo que me estoy enamorando del lobo.
Había esperado este momento desde que tracé mi plan. Quería que confiara en mí, que se pegara a mí lo suficiente como para ser un peón esencial en mi juego.
Y aún así, escucharla decirlo en voz alta, con esa sinceridad en su tono y la entrega en su mirada, ha dejado una sensación extraña en mi interior. Una sensación que no puedo comprender.
Debería sentirme victorioso, pero en lugar de eso, hay una inquietud que me corroe. Saber que llegará el momento en que todo se revele y que posiblemente me