Leonardo realmente había perdido la cabeza, atacando el territorio de Iván con sus hombres, dispuesto a provocar una guerra total sin importarle las consecuencias.
¿Qué demonios pretendía?
Los dos hermanos entraron rápidamente en combate, pero era evidente que el ejército de Iván superaba al de Leonardo: disciplinados y con una coordinación impecable.
En apenas unos minutos, los hombres de Leonardo fueron completamente derrotados, desarmados, mientras los heridos graves gemían en el suelo. Él mismo quedó sometido por los subordinados de Iván, completamente humillado.
Iván lo miraba desde arriba con frialdad, sin ocultar sus intenciones asesinas.
Pero finalmente, por respeto a la familia, Iván le perdonó la vida.
Sin embargo, Leonardo no se dio por vencido y continuó acosándome desesperadamente.
—¡Victoria, siempre me has amado a mí! Deja de jugar, ¡he traído a Dolores para que me redima contigo!
Sus hombres empujaron a Dolores frente a mí, que cayó al suelo con aspecto lastimero.
Se af