No me iba a casar con él, así que no tenía por qué responder.
La expresión de Leonardo se enfrió bruscamente, sus ojos llenos de furia hacia mí.
En ese momento, Iván tomó mi mano frente a todos y dijo:
—Respetaré completamente los deseos de Victoria en estos arreglos. Se hará como ella quiera.
El calor de la palma de Iván me transmitió seguridad.
—¡Sí, sí, sí, mi hermano tiene razón! Papá, mamá, Victoria y yo sabemos lo que hacemos, ¡solo esperen para asistir a nuestra boda! —interrumpió Leonardo repentinamente, provocando miradas sorprendidas de los mayores.
Alejandro finalmente estalló:
—¡Estamos hablando de la boda de tu hermano! ¿Por qué sigues interrumpiendo?
Leonardo continuaba sin entender, con expresión relajada:
—¿Mi hermano también se casa? ¡Eso es estupendo! Podemos celebrar nuestras bodas juntos, así la familia Suárez podrá tener un gran festejo.
Alejandro frunció el ceño:
—¿Qué disparates estás diciendo? ¿Qué celebración conjunta? ¡Todavía no ha llegado el momento de organ