— No puedo creer que hayas venido, beba — susurro incrédula mientras la abrazo con fuerza. Lágrimas de alegría caen por mis mejillas mientras me embarga la emoción y la sorpresa.
— Lo sé, Tita, yo tampoco puedo creerlo — dice Tania.
— ¿Qué haces aquí? — pregunto mientras me separo un poco para verla a los ojos.
— Vine a sorprenderte, Tita. ¿No lo esperabas? — contesta con una sonrisa que ilumina su rostro.
— No, en definitiva no lo esperaba. Pero ¡gracias, gracias por venir! — respondo emocionada y la abrazo de nuevo. — Te extrañé mucho, beba. Aunque solo hayan pasado unas horas.
— Yo también te extrañé, Tita. Pero ya estoy aquí, y no me voy a ir de nuevo tan pronto. — Me promete — Bueno, tuve que hacer algunos arreglos y cambiar algunos planes, pero no podía dejarte sola.
— ¡Oh, Tania! eres la mejor amiga que alguien podría tener. Gracias por hacer todo esto para estar aquí conmigo. — digo, apretando sus manos con cariño.
Después de soltarla, comienzo a analizar la situación y me do