Luego de despedirnos de mis padres, volvimos al Penthouse. Me sentía algo abrumada con todo lo que estaba pasando. Miraba a Adrien manejar, deteniéndome en su perfecta mandíbula y la línea recta de su nariz. Sus cejas, su frente despejada, su cabello perfectamente peinado. No dejaba de ver lo atractivo que era y pensar que iba a ser completamente mío. Suelto un suspiro y Adrien se gira, con una sonrisa traviesa.
— ¿Qué pasa, princesa? ¿Sueñas despierta? — Me pregunta, con un tono seductor — ¿Estás pensando en lo que vamos a hacer esta noche?
— Tal vez... — le respondo, con una sonrisa coqueta.
— ¿Puedes compartir tus ensoñaciones o aún siguen siendo confidenciales?
Adrien me mira divertido y yo bajo la mirada, me sonrojo, pensando si decirle o no.
— Te miraba pensando en lo atractivo que eres — sentía mis mejillas arder por la confesión, aun no lograba entender el poder que ejercía en mí — además de que pronto serás mío — mi voz termina en un leve murmullo.
— Eres tú quien es hermos