—Soy una tonta. Es que son muchas cosas juntas y me aterra pensar en que pase algo y decidas alejarte ahora que estos sentimientos se despertaron en mi interior —indica Camila preocupada por lo del bebé. Leonel, sin saber a qué se refiere realmente, la besa una vez más.
—¿Qué te parece si ordeno que te traigan un té de hierbas para mejorar tu digestión y descansas un rato mientras yo veo unas cosas del trabajo? —pregunta él, mientras le vuelve a prender los botones de la camisa.
—Está bien —responde ella con una mueca—. Creo que llamaré a mi madre para saber cómo están ella y papá.
—Dile que me gustaría comentarles mi idea, si le parece, y pásame el teléfono cuando termines con ella —pide Leonel y sale del cuarto.
Camila se siente mal por engañar a Leonel. Aunque ni siquiera sabe lo que va a hacer con ese embarazo. Además, no puede estar con él si hay mentiras de por medio.
Antes de que pueda llamar a su madre, su teléfono suena. Es Guadalupe, que no para de llorar. Camila no logra en