Sean se sentó con las piernas encima de la mesa.
Quería fumar, pero consciente del embarazo de su esposa, decidió abstenerse por la salud de ella y el bebé.
Pensó en beber alcohol, pero temió que su hijo pudiera volverse alcohólico en el futuro. Se sentía en un dilema, pero debía abandonar sus malos hábitos.
"Ya llegaron", dijo Luis informándole.
Sean asintió, ansioso por ver al traidor que había revelado su identidad al enemigo.
"¡Suéltame, James!"
Desde afuera se oyó una voz suplicante. Era Darwin, el oficial que había traicionado a Sean.
"¿Está limpio, James?", preguntó Sean.
"Sí, limpio", respondió James.
"¡Suéltame, Sean! ¡Has destruido mi carrera y mi familia!", exclamó Darwin, provocando la risa de Sean.
"Solo cinco mil millones por un nombre, cuando podría darte mucho más", dijo Sean con una sonrisa cruel. "Yo te ayudé a conseguir este puesto, ¿por qué me traicionaste?"
Darwin no pudo responder, había actuado por impulso y la tentación del dinero.
"Darwin, ya sabes las consec