Lily pasó la mitad del día jugando con sus mascotas, y Sean la acompañó fielmente. Lo que sorprendió a Sean fue que los dos cachorros de tigre se comportaban como gatos dóciles cerca de Lily.
"Cariño, mi amor, mi vida, mi dulce flor, ya casi anochece. ¿Por qué no te has duchado?"
"No quiero ducharme, hace frío."
"¿Hay agua caliente? ¿Por qué te ducharías con agua fría?"
"Me da escalofríos ver el agua, mañana por la mañana me ducho."
Sean frunció el ceño; el comportamiento de Lily no era normal.
"Cariño, date prisa y dúchate. Ya está anocheciendo." Sean le pidió de nuevo a su esposa que se duchara.
"No quiero, hace frío."
"Hay agua caliente, tu razón es lógica."
Lily rodó los ojos con pereza, se levantó y fue a la habitación. Sean la siguió, mientras ella refunfuñaba.
"Solo te pido que te duches, no que talas un árbol. ¿Por qué tienes que quejarte tanto?", reprendió Sean.
Lily no respondió; entró directamente al baño. Pero a los cinco minutos salió.
"¿Por qué todavía no te has duchado?