Capitulo 01

"Tres años después"

TYLER

—¿Alguien sabe porque está el hijo de perra en el suelo?— pregunté con cinismo mirando de reojo como se quejaba del dolor.

Todos en el salón estaban en silencio viendo la escena.

—Pido la palabra— petición de Calavera.

—Habla— otorgué.

Se formó un pequeño silencio avisando que se aproximaba una mala broma.

—Por imbécil— respondió, escuché risas que acompañé.

—Tienes razón— ladee una sonrisa —¿Te das cuenta por que debes controlar tus ataques de imbécil ante mi persona?— me dirigí al bastardo que trataba de levantarse.

¿Ataques de imbécil? No lo había pensado, un nuevo insulto en mi vocabulario extenso llamado "Maldiciones rutinarias".

—Si— respondió con dificultad.

—¿Si qué?— golpee sus costillas con la punta de mi bota.

—¡Si, Lucifer!— gritó en voz rota.

—Lárgate— dije, mire a dos de mis hombres quienes lo tomaron de los brazos sacándolo del lugar. Tomé asiento.

—Estuvo bueno el show— dijo Monstruo entrando al salón, pero veo que ya observaba.

Al verlo entrar todos miraron al suelo excepto Calavera, era una regla, nadie a menos que él lo permitiera podía mirar su rostro, a excepción del antes nombrado, claramente. Todo debido a que le incomoda que se le queden mirando sus cicatrices.

—Déjennos solos— avisó, todos asintieron antes de marcharse.

—¿Eso me incluye?— preguntó Calavera.

—No idiota— respondió Monstruo.

—¿Cuál es el trabajo?— pregunté, siempre que mandaba a salir a todos, era un trabajo importante.

Él tomó aire ajustando su corbata antes de continuar.

—Más que un trabajo, es un favor, ya que veo que te gusta torturar a los demás sin razón, al menos te daré una— recordó la escena de hace unos momentos.

Calavera río por lo bajo.

—¿Sin razón? Ese maldito me faltó el respeto— bufé.

—¿Sabes? No por qué te despreció un vaso de café, significa que te faltó el respeto— rodeó los ojos —pero no pelearé contigo ahora.

A veces sonaba tan autoritario que parecía mi padre, un padre al cual me daban ganas de golpear de vez en cuando.

—Habla— ladee el rostro.

—¿Recuerdas que te hablé de una deuda que nos debían hace meses?— asentí — el hombre se perdió del mapa, encuéntralo y ya sabes lo demás— pidió.

Monstruo siempre se encarga de los negocios, Calavera es el que cuadra lugares de distribución y yo soy el que hace el trabajo sucio.

Desde aquella noche comenzamos una nueva vida, Monstruo hizo un trato con los hombres que amenazaban con matarlo, por un tiempo fuimos vendedores en fiestas, y luego pasamos a ser de los grandes.

Después de pagar las deudas que él debía, nos volvimos socios y creamos un negocio, no uno de los más abundantes, pero sí de distribución para narcotraficantes de New York.

—No mataré a nadie— avisé.

Cuando hablo de encargarme del trabajo sucio me refiero a torturar, más no llegar a asesinar.

—Dices ser Lucifer y no puedes matar una mosca— se burló.

—El diablo no mata, te da las opciones para tú mismo hacerlo— respondí, rodeó los ojos.

—Solo amenaza, haz que pague y si no lo hace, yo haré el resto.

—Bien— dije saliendo del salón.

A veces Monstruo podía ser muy cruel y desalmado, por ello su apodo, no solo por la cicatriz enorme en su mejilla causada por alguien desconocido que hasta ahora, Monstruo no ha querido revelar, lo que sé es que él no tiene corazón alguno, no le cuesta chasquear los dedos para matar, al parecer no le duele nada. Pero muy en el fondo sé que tiene un poco de amor y bondad, de lo contrario en este momento yo no estaría con vida.

No después de todo los líos que han habido por mi culpa.

Me marché en la camioneta junto a uno de sus hombres y también Calavera, quiénes ya habían averiguado el paradero del tipo.

Calavera es la mano derecha de Monstruo, entró al negocio luego de que comenzáramos a distribuir más droga, y nos volvimos reconocidos. Debo decir que ellos ya se conocían desde que estaban en las calles, nadie se vuelve mano derecha de una persona en dos días, en fin. Calavera por lo que tengo entendido siempre estuvo de pandilla en pandilla, pero desde hace dos años ha estado firme en nuestra asociación.

Lo considero como un amigo, y no tengo muchos.

—¿Está lejos?— pregunté.

—No Lucifer, está en el sur— respondió Calavera.

Luego de unos minutos llegamos al lugar, era un vecindario descuidado, noté que habían pandillas así que baje la ventanilla exponiéndome ante ellos, quienes al verme miraban hacia otro lado, debo decir que en estos tres años me he vuelto conocido entre los maleantes.

Y no conocido por una buena historia.

Llegamos a la casa, muy poco acogedora, bajé junto a ellos y de una patada tiré la puerta.

Al entrar noté que el individuo escapaba por el patio, corrí y saltó la cerca, salté mientras lo perseguíamos, el hombre volteó un segundo tropezando y cayó al suelo. Ahí aproveché para tomar delantera, pronto lo tomé del brazo doblándolo hacía atrás.

—¿Qué quieres?— dijo quejándose —¿Quién eres?

Hice su brazo más arriba escuchando el crujido indicando haberse partido, el hombre soltó un grito de dolor.

—Bienvenido al infierno— susurré en su oído sonriendo.

Sonará enfermo, pero provocar dolor me gustaba.

—¡Qué demonios!— gritó revolcándose en el suelo.

—Seré breve— dije poniendo mi pie en su pecho, me miro directamente a los ojos tomando su hombro fuerte, sus ojos verdes estaban inyectados de sangre —Monstruo— dije —¿Eso te suena a algo?— sonreí.

La mayoría de los que allí compraban no me conocían, y los que sí, me conocían de esta manera, debo decir que soy inolvidable.

—Yo... No, no sé, no...— se hizo el idiota.

—¡Deja de balbucear, maldito bastardo! — grité haciéndolo exaltar, noté que tragó saliva, se veía asustado.

—No puedo pagar— dijo comenzando a llorar.

Me causó tanta risa que estaba a punto de montar un circo en ese lugar.

—Eres un pobre drogadicto— carcajeé.

Los hombres a mi lado rieron al ver sus lágrimas.

—¿Sabes qué me causa gracia? Que así llores no tendrás con qué pagar— me burlé.

Así es el negocio, compran sin tener dinero, fían, y al final no pagan, sino hasta que tienen un arma en la cabeza.

—Yo, yo, yo...— pensó un segundo, sus ojos brillaron como recordando algo— Si tengo.

Alcé la ceja. Se vio tan sincera su reacción, así que decidí darle una oportunidad. De no ser así sabía lo que le esperaba.

—Súbanlo al auto— ordené —Espero y lo que dices sea real— Me dirigí al tipo —de lo contrario no saldrás respirando— amenacé.

El viaje de regreso fue en completo silencio, solo se podía oír la fuerte respiración del drogadicto inservible, ese brazo necesitaría un yeso pronto, lastima.

Lástima que según tiene dinero, de lo contrario su otro hombro estaría igual.

Llegamos, entré al salón junto a los demás, tomé al hombre de la camiseta y lo aventé a los pies de Monstruo.

Sonrió.

—A ver que tenemos aquí — dijo tomándolo del cabello.

Se quejó.

—Por favor— suplicó.

—Bueno, como digas— lo soltó haciéndolo chocar contra el suelo, mismo que le partió la nariz.

Soltó un grito que inundó el lugar, bostecé.

—Dijo que tiene con qué pagar— comenté  ladeando la cabeza evitando mirar su asquerosa nariz desangrarse.

—¿Ah, sí?— alzó una ceja —¿Con qué?— preguntó Monstruo.

El hombre sorbo su nariz sangrienta mientras intentó sentarse.

—Tengo... tengo una sobrina, ella no tiene padres ni familia además de mí, y es muy, muy hermosa...

—No me interesa— contestó.

La curiosidad me invadió, por alguna razón.

—¿Cómo es ella?— pregunté, note de reojo que Monstruo alzó una ceja.

—Yo... tengo una foto, salió en el periódico hace un tiempo y de casualidad encontré el periódico hoy, antes de que ustedes llegaran estaba viéndolo— El alzó la mirada notando los ojos de fastidio que yo tenía ante su charla — ya...— dijo metiendo la mano en su bolsillo, todos miramos atentos a sus movimientos.

Como dijo, sacó un trozo de periódico de su bolsillo y me lo tendió.

Mire la hoja encontrándome con la chica más hermosa que mis ojos habían visto, sin duda alguna ella valía mucho más que la deuda.

Tenía muchas mujeres, pero ella era un nivel superior a cualquiera, debía tenerla.

—La quiero para mí— avisé.

—¿Qué dices?— intervino Monstruo.

—¿Cómo?—exclamó Calavera.

¿Sordos?

—Necesito una mujer en mi apartamento, que limpie y cocine— dije firme.

La verdad no era exactamente para eso. Tenía planes bastante subidos de tono.

—Quiero verla— dijo Monstruo arrebatándome la hoja de las manos. Se quedó un momento mirándola atento, luego se la tendió a Calavera—No creo que la quieras de sirvienta— frunció el ceño.

—La quiero, eso es todo— dije mirándolo fijamente, seguidamente dirigí al tipo —Tráela mañana y pagas tu deuda, si tratas de perderte no se podrá por qué estaré vigilándote— advertí al hombre — Sáquenlo de aquí, y todos quédense afuera— avisé. Hicieron lo que dije.

—¿Pero qué demonios te pasa?— dijo Monstruo furioso.

—Cálmate— pedí.

—¿Acabas de saldar una deuda con una chica?— frunció el ceño enojado —Pensé que tenías decencia por el negocio, es increíble que tomes decisiones por ti mismo, ¿Quién crees que eres?— gruñó —Cada quien tiene un papel en este lugar y el tuyo no es ese, por ello yo soy el de los negocios.

Monstruo golpeó la mesa furioso, me contuve de reír. Creía que podía desafiarme.

—Esto es una locura— comentó Calavera.

—Soy igual de poderoso que tú Monstruo, te recuerdo que ambos estamos en esto, ambos salimos de ser nadie a ser lo que somos. Nunca cierro un negocio, no te quejes por esto, ambos sabemos que no necesitabas tanto ese dinero, era una cuestión de orgullo— dije y me di la vuelta saliendo del lugar.

No supe cómo, pero cuando cayó la noche, pasé mitad en vela, pensando, manteniendo en el deseo que sentía, superior a cualquier otro, pensando en esa chica, la cual ahora sería mía, solo mía.

SAMANTHA

"Al día siguiente"

—¡Levántense ya!— gritó la mujer entrando a la habitación, ya estaba despierta como cada día, no duermo mucho en este lugar.

Desde que estoy en el orfanato cada día ha sido un infierno. Somos cuidadas por tres mujeres ancianas, que además de ser egoístas y groseras, parecen ser brujas.

Las chicas aquí son odiosas y antisociales. Me siento cada día más sola y deprimida, desde que estoy aquí perdí contacto con Ellie, además no se permiten visitas. Al menos no para mí.

Siento que no voy a poder con esto, pero lo único que me mantiene de pie es la esperanza de comenzar una vida nueva al cumplir los dieciocho. Apenas tengo diecisiete años, y faltan varios meses para salir de aquí, pero sé que pronto todo será diferente.

No duermo ni como mucho, parezco un alma en pena, a decir verdad parece que la vida se aleja de mí cada vez más, ¿Podré sobrevivir?

—Bajen al desayuno, malcriadas— refunfuñó una de las mujeres.

Rodee a las demás y bajé aun sabiendo que no comería, a lo que ellas llaman desayuno es un atún enlatado con pan viejo acompañado de agua.

Nos tratan como animales.

Recordé las estrictas dietas que llevaba junto a Ellie para tratar de parecer modelos de revistas, cada día la recuerdo y me duele no poder verla.

Pero lo que más me duele es haber perdido a mis padres hace tres años, haber perdido mi vida entera.

Todo.

Aquí no podemos salir, ni ver la luz del día. Vivimos encerradas, tejiendo ropa que por lo que creo venden, cosa que no sé pero es lo único que me distrae.

Antes me preocupaba por arreglar mi cabello, mis atuendos y siempre andar perfecta, ahora lo que menos me preocupa es eso, ahora solo me interesa salir de este encierro.

Vivir.

Al terminar de masticar con el dedo el pan viejo que no probé salimos del salón para la sala de tejer, me senté dispuesta a terminar el gorro que había dejado de ayer.

Comencé a tejerlo mientras llegaban recuerdos a mi mente, estaba haciendo una réplica de un gorro irlandés que mi madre había comprado para mí antes de morir, sentí como lágrimas bajaron por mis mejillas.

—¡Samantha!— gritó una de las mujeres haciendo que me pinchase sin querer.

Mire mi dedo el cual sangró levemente.

Voltee viendo como me atraía con su dedo, me levanté y limpié mis lágrimas disimuladamente acercándome a ella, esto era algo inusual.

—Vinieron por tí, al fin te largas— avisó, fruncí el ceño.

¿Quién podría venir si no tengo familia? Ni a nadie.

—¿Perdón?— pregunté incrédula.

La mujer caminó y le seguí confundida, entramos a la oficina principal.

Vi un hombre de espaldas con un yeso y movilizador en el brazo, el hombre de ojos verdes volteó, mostrando algunos moretones, y una sonrisa de triunfo enorme, la cual me asustó un poco.

Todo de él me asustaba.

—Hola sobrina.

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