Sam elevó ambas cejas, parpadeó.
—¿Es lejos? —cuestionó—. Aún no conozco todo tu país —informó.
—Creo que nos quedan 9 horas de viaje más o menos —explicó—, cuídense mucho —refirió comenzando a tomar su mochila, luego miró a Norita y sonrió con ternura.
—Son muchas horas de viaje, vos no tenés dinero, no te puedes ir así con el niño —recomendó Samantha frunciendo el ceño—, yo necesito a alguien que me ayude con mi hija, no tengo con quien dejarla, y estoy apenas abriendo mi agencia de viajes, debo traerla conmigo y es muy complicado, requiero alguien de confianza. —Mir