Al saber que Lucía había descubierto aquel álbum de fotos, Felipe pasó la noche en vela.
Una y otra vez, su mente repasó todo lo ocurrido en esos años.
Si en la primera década de su vida había perseguido a Paula, en los tres años de su boda, había aprendido a dejarla.
Desde el día en que ella se casó, decidió tratarla solo como una hermana pequeña.
Y a Lucía, quien siempre lo había perseguido, al principio Felipe solo la consideró una amiga.
Quizás porque compartían el mismo dolor de amar sin ser correspondidos, él siempre albergó culpa hacia ella.
Una culpa que se arrastró durante años, hasta que se reencontraron tres años después.
Con solo una mirada, supo que ella aún no lo había dejado.
Así que, durante mucho tiempo, mientras su familia lo presionaba para que se casara, solo resonaba una pregunta en su cabeza:
¿Debía obedecer a sus padres y comprometerse con una desconocida…?
¿O aceptar a Lucía y darle una oportunidad?
Al final, pensó que, si se casaba con Lu