(POV: Adriian)
Hay heridas que no sangran.
Pero eso no las hace menos reales.
Se sienten en los silencios que se alargan.
En las miradas que alguna vez buscaron respuestas…
y ahora solo esquivan.
En las palabras que no se dicen porque ya no valen la pena.
O porque nunca fueron ciertas.
La herida entre Ishtar y yo no se cerró.
No sanó.
No se limpió.
Solo…
se volvió parte del aire que respiramos juntos.
Una grieta invisible entre dos cuerpos que solían moverse al mismo ritmo, al menos en el campo de batalla.
Desde que regresamos, ella no me ha hablado.
No me grita.
No discute.
No explota.
Eso sería más fácil.
Eso… lo podría manejar.
Pero no.
Me castiga con indiferencia.
Con el vacío perfecto de quien decidió que ya no hay nada que rescatar.
Y lo entiendo.
Al menos, eso intento creer.
Fui injusto.
Duro.
La acusé cuando ni yo entendía qué estaba pasando con Lucian.
Confié en los datos, no en lo que veía.
Y lo que veía era a ella temblando.
Ella sangrando por confiar en el enemigo.
Y yo…
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