(POV: Ishtar)
El silencio tras una explosión no es paz.
Es eco.
Y en este caso… dolía más que el fuego.
Harold estaba sentado junto a Adriian, en silencio, vigilándolo como si cada segundo fuera una bomba a punto de estallar. Me acerqué.
Quería respuestas.
Y no iba a quedarme esperando a que cayeran del cielo.
—¿Qué fue eso? —dije sin rodeos—. ¿Por qué se salió de control así?
Harold no me miró al principio. Solo siguió observando a su amigo, que dormía —o fingía dormir— con la mandíbula aún tensa.
—Ishtar…
—No me digas que “todo está bien”. Ya lo vimos. No lo está.
Se giró al fin. Su mirada era firme, pero no dura.
—No soy quien debe contártelo.
—¡Pero tú lo sabes! Lo viste.
—Sí. Y por eso mismo no puedo decirlo. Adriian tiene derecho a decidir cuándo, cómo… y si quiere hablar.
Mi estómago se apretó. La impotencia ardía más que la herida en mi brazo.
—¿Y mientras tanto? ¿Solo espero?
—Confía —dijo, con una calma tan injusta que quise gritarle—. A veces el silencio también protege.
Lo