(POV: Adriian)
El fuego negro no debería haber vibrado así.
No por ella.
Me alejé del gimnasio con los pasos medidos, sin apuro. Como siempre. La espalda recta. Las manos relajadas.
Nadie notaría el temblor.
Pero lo sentía.
En el brazo. En el pecho. En el centro mismo de lo que soy.
El choque había sido breve, directo, brutal. No fue su técnica lo que me desconcertó. Era primitiva. Impulsiva. Desordenada.
Pero su fuego…
Ese maldito fuego blanco.
No era como el mío. No abrasaba el aire con crueldad ni se deslizaba como veneno. Era salvaje. Puro. Brillante.
Y por un instante, por apenas un segundo, mi Nocturnis Flamma no la quiso destruir.
Quiso responderle.
Fruncí el ceño, deteniéndome en la parte alta del corredor. Desde allí podía ver la arena vacía, el polvo aún flotando donde peleamos. Las marcas de los impactos seguían visibles en el suelo. Pequeñas cicatrices.
Como las que ella había dejado en mí.
No físicas. Peores.
Llevaba años entrenando el control. Cada impulso, cada reacción