Si ver a Nina alejarse de él de aquella era doloroso, más lo fue ver que la puerta de la camioneta que se había estacionado a dos pasos se abría y de ella salía el mismo hombre que alguna vez había tenido aquella visita conyugal con Nina.
—¿Estás bien muñeca? —preguntó Aleksei, dirigiéndole a Jacob una mirada asesina por encima de su cabeza.
—Perfectamente, solo quiero irme a casa.
Jake la vio subirse al auto y marcharse, y aunque se sentía completamente destrozado, la realidad era que sentía que no podía culparla. Nina tenía razón: no era necesario que creyera en ella, solo tenía que haberle mostrado un poco de compasión, y él no le había dado ni eso, ni la que se le da a un perro en la calle en medio de una tormenta.
Se subió al auto y salió de allí, no sin antes anotar aquel juego de seis números y letras que se había encargado perfectamente de memorizar.
El resto de la noche fue un insulto para él. daba vueltas por el departamento con dese