CAPÍTULO 34. Unos cuadros horribles

—¡Mateo! ¡Necesito un favor, urgente! —La voz de Jake sonaba tan desesperada que Mateo de Navia se aguantó las ganas de preguntarle si algún día lo dejaría coger en paz.

—¿Qué pasó?

—¡Se llevaron a mi mujer! —respondió Jacob y solo escuchó un par de maldiciones al otro lado mientras el hombre se lanzaba de la cama.

—Dame un segundo… —murmuró mientras se sentaba delante de la computadora y su esposo cerraba los brazos alrededor de él, envolviéndolo en una manta y dándole un beso en la mejilla antes de dejarlo solo—. Ya estoy listo.

—Tengo su número de teléfono para rastrear —dijo Jake.

—Escúpelo.

Jake le pasó el número de teléfono y esperó mientras miraba alrededor. La casa se había convertido en un hervidero

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