CAPÍTULO 22. Una súplica

Jake debía decir algo… ¡sabía que debía decir algo, pero en cierto punto ni siquiera era capaz de pensar!

La imagen de Nina delante de él, con aquel juego de lencería que era una m*****a obra de arte de Valeria… ¡Se los iba a quemar todos… no iba a dejar ni uno que otro hombre pudiera verle encima…!

Y de repente aquella idea le provocó la peor de todas las emociones, porque supo que no lo toleraría. El primer paso que dio hacia ella fue también el único, y mientras sus brazos se cerraban con posesividad alrededor de Nina, mientras su boca la encontraba y su lengua exploraba un infinito de gemidos, entendió por fin que no podría tolerarlo: ¡Nadie que no fuera él, nunca, jamás, podía poner su boca sobre aquella piel!

—¡M@ldición, Nina…! —susurró sobre sus labios con un tono tan necesitado que la muchacha simplemente se desarmó.

Aquella era su noche, la única. Así que simplemente cerró los ojos y se dejó arrastrar en aquella vorágine de deseo. Sabía que

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