Bienvenido al encantador mundo de los Stay. Ellos son una familia con muchas cosas que envidiar, y también muchas otras que ocultar. ¿Te atreves a conocerlos?
Leer másUn copo de nieve caía en el porche de la familia Stay. Pronto todas las flores del inmenso jardín familiar se encontrarían cubiertas por un delicado manto de color blanco. Antes de lo que todo mundo de diera cuenta, sería época de guerras de nieve, bebidas calientes, y sobre todo, de festejar un año más junto a los seres queridos. Con muy buen ánimo, los más pequeños de la familia, Liz y Demian, se enfundaron en sus gruesos abrigos, se pusieron bufandas y guantes, y se dispusieron a salir a dar un pequeño paseo con Mimi, la perrita de la familia. Sin embargo, mamá los frenó en seco.
— ¿A dónde creen que van con tanta prisa, niños? —los cuestionó ella, tomándose unos segundos para acomodar sobre sus diminutos ojos azules sus anteojos.
—Oh, Umm…—tartamudeó Liz, mirando hacia abajo, no pudiendo evitar sentirse ligeramente apenada por haber sido descubierta—Sólo queríamos salir a dar la vuelta al parque ¿nos dejas mamá?
—Anda, ¿sí? —Secundó Demian—Te prometemos que no vamos a hacer nada malo y regresamos lo antes posible, ¿sólo un ratito, sí?
—Niños, ¿ya terminaron su tarea y ordenaron sus habitaciones? Acuérdense de lo que acordamos, no me fallen.
—Mamá…—gimoteó la niña, frunciendo sus sonrosados labios en una mueca de disgusto— Te prometemos por lo quieras que lo hacemos cuando regresemos. Es sólo un ratito ¡por favor!
—No, niños. Ya casi oscurece. No quiero que nada malo les pase. Además, pronto va a volver papá del trabajo, y él me dijo en la mañana que si se portaban bien, les iba a dar un regalito cuando regresara—suspiró mamá— Así que no me hagan enojar, y por favor terminen sus deberes ¡vamos!
—Aw, bueno…Perdón, mamá…—gimotearon los pequeños al unísono. Sabían que no tenía caso alguno ponerse a discutir con mamá.
Ambos no tenían duda alguna que ella, a pesar de no llegar todavía a los 40 años de edad, era una mujer severa, que rara vez incumplía algo de lo que les decía. Así que sin chistar, simplemente se encogieron de hombros, y regresaron a sus habitaciones a terminar con sus deberes.
Después de un rato, el sonido de un claxon anunció la llegada de papá. Los dos niños salieron corriendo y poco les faltó para brincar a sus brazos, pero mamá interrumpió el momento, murmurándole algo en el oído.
—Chiquillos traviesos, ¿Con que desobedeciendo a mamá, eh? —replicó él, escondiendo tras de sí una bolsa grande—Supongo que entonces no querrán lo que les compré, ¿verdad?
—No, papi, ¡claro que sí!—replicó Demian como un trueno—Sabemos que la hicimos enojar, pero ya nos disculpamos y terminamos todo.
Mamá asintió con una risita traviesa.
—En ese caso, tomen niños—asintió el patriarca, extendiéndoles a cada uno una cajita— Se lo ganaron a la buena.
Para el niño, el obsequio fue un dinosaurio electrónico de baterías, mientras que la pequeña obtuvo la muñeca edición de gala de la Princesa Catarina (con todo y broche de transformación encantado) Ambos sabían que de seguro los vecinos los iban a ver con envidia cuando salieran a presumir sus juguetes nuevos. Pero no importaba, ya estaban acostumbrados a ser vistos con recelo por muchos de ellos.
—Eres el mejor, papi— sonrió Liz con intifinata dulzura, dándole a su progenitor un besito en la mejilla, antes de retirarse a su habitación a jugar con su nueva muñeca.
— ¡Genial dinosaurio! — ¡Gracias, papá! —dijo Demian, antes de retirarse como su hermana.
—Nuestros muchachos son un amor, ¿verdad? —le preguntó mamá a su esposo, dándose tiempo de encender un cigarrillo, ya que los niños se habían retirado— ¿Crees que nos los merecemos?
—Bueno, no sé si nos los merezcamos por ser las mejores personas del mundo—Sonrió levemente Matt, pausando para darle un beso a su amada Anne— Pero estoy seguro que nadie más que nosotros se ha esforzado por tener una familia como la que tenemos.
— ¿Y no crees que el día de mañana alguien pudiera intentar quitarnos todo esto?
— ¡Que lo intenten! Les va a pasar lo mismo que a los demás
—Ojalá así sea, querido. No podría soportar regresar allá.
—No va a suceder—sonrió Matt, estrechando a Anne contra su cuerpo— Tú y yo pertenecemos acá. Nos lo hemos ganado a pulso.
Ella no respondió nada. Simplemente se limitó a besar el moreno rostro de su amado, mientras la luna, a lo lejos, comenzaba a cubrir cada rincón del vecindario. Todo iba a estar bien. Tenía que estarlo. Ellos dos habían llegado muy lejos como para que todo se fuera al diablo en poco tiempo.
Quizás la familia Stay no era la familia más presumida o parlanchina de todo el vecindario. De hecho, era una ocurrencia bastante extraña el verlos haciendo migas con alguno de los vecinos o participando activamente en alguno de los festejos de la comunidad. Pero sin duda alguna, era una de las que más despertaba envidias entre los vecinos. Los papás, además de ser jóvenes como para tener una casa tan grande, eran muy bien parecidos y parecían nunca salir de casa con la ropa sucia o el cabello fuera de lugar. Y los niños parecían salidos de un comercial de cereal de los años cincuenta: Peinados y vestidos impecablemente. Jamás decían groserías y siempre ocupaban los primeros lugares de aprovechamiento en la escuela. Y por si fuera poco, su perrita había ganado concursos de obediencia canina y aparecido en un anuncio de croquetas para perro. En definitiva, no era necesario tener moderes extrasensoriales para darse cuenta que había algo muy raro con todos ellos. Y a pesar de que los niños del vecindario estaban seguros de que se trataba algo tan simple como el hecho de que probablemente todos ellos eran marcianos provenientes de una galaxia lejana, los adultos sentían que probablemente, había algo más oscuro detrás de esa familia que además de aparecer salidos de un catálogo, vivían como reyes en esa linda mansión de tres pisos sin que aparentemente se esforzaran demasiado para mantener su tren de vida.
El vecindario lucía en una calma total. Los Stay todavía se encontraban dormitando, producto de la gran fiesta de Año Nuevo que habían realizado apenas unas horas antes. La celebración había sido tan majestuosa, que incluso un par de revistas de sociales de la región acudieron para poder redactar notas al respecto. No cualquiera estuvo invitado. Sólo asistieron los socios más cercanos de Matt y algunas damas que Anne había tenido el gusto de conocer en sus múltiples visitas de fin de semana al club de campo. Para asegurarse que todo mundo quedara más que impresionado con la fiesta, los Stay se tomaron el tiempo de contratar a un exclusivo servicio de catering. Nada de botanas corrientes. Sólo canapés con los rellenos más elegantes, como salmón de Alaska o quesos importados con aceitunas. Mientras los adultos tomaban unos tragos, los pequeños correteaban entre s&iacu
Toda la vida, Mateo había jugado del lado de los rechazados por la sociedad. Desde que era un pequeño ladronzuelo al que nadie le veía futuro en la vida, pasando por ser un empleado de poca monta, hasta llegar a ser un ex convicto. Pero esa historia tan oscura, había quedado atrás. Con su nueva identidad, él había tenido una oportunidad de renacer que pocos tenían. De ser un chico considerado como un desperdicio de la sociedad por la mayoría de sus profesores, había sabido cambiar su destino y el de la mujer que más amaba utilizando su inteligencia y sagacidad. Sin embargo, desde hacía unos días, una sombra insistía en empañar su felicidad. Un remitente anónimo le estaba enviando mensajes con cosas como “¿Qué se siente tener las manos manchadas de sangre?” “Un cobarde homicida lo va a ser hasta que se muera” “¿Ya lo saben
En Santa Rosita había dos formas de sobrevivir. O te ibas de allí cuando pudieras, o hacías lo que fuera (legal o ilegal) para poder llevarle un poco de comida a tu familia. No en vano, los viajeros evitaban pasar por allí cuando iban en camino a la capital y los camioneros daban grandes rodeos para no pisar esos lares. Era tierra brava; una comunidad fundada originalmente por aquellos ex convictos y prostitutas a los que el feroz avance de la mancha urbana los había forzado a asentarse en un agreste páramo, lejos de esas “buenas conciencias” que no dudan hacer cara de asco cuando se les acercan aquellos menos favorecidos que ellos. Y a pesar de que había pasado ya casi un siglo desde su fundación, poco había cambiado en Santa Rosita. El poblado seguía siendo refugio de una inmensa fauna de malandrines y marginados sociales por igual, que se acercaban al sitio, atraídos por una ausen
MrYoungOmen fue el nombre que Demian eligió para darse a conocer en el mundo competitivo de los videojuegos. A muchos se les hacía increíble que un chico que apenas había cumplido los diez años de edad tuviera una hablidad tan grande para los videojuegos. Apenas aprendió se graduó del jardín de niños, les pidió a sus papás le compraran la consola más cara del momento. Obviamente, se negaron, pensando que un niño tan pequeño seguramente la destrozaría en poco tiempo. Pero como él era buen alumno, accedieron a comprarle una consola portátil un poco más económica. El pequeño de sonrosadas mejillas no tardó mucho en convertirse en un completo experto de los sencillos juegos que sus papás le habían comprado para que se fuera iniciando en el mundo del gaming.A pesar de que mamá le había dicho que no quer&iacu
En el cielo, las primeras estrellas comenzaban a pintar el cielo de un delicado tono plateado. Mientras tanto, a bordo de una camioneta blindada, Matt Stay se encargaba de llevar a su familia a un nuevo destino, lejos de esas personas que trataron de romper por medio de la fuerza la felicidad que tanto a él, como a su esposa, les había costado tanto trabajo ir construyendo.— ¿A dónde vamos, papá? —preguntó un somnoliento Demian, con los ojos entrecerrados.—Vamos hacia un nuevo hogar. Lejos de esas personas malas que sólo querían hacernos enojar—respondió papá, sin levantar los ojos del volante ni por un segundo.— ¿Y por qué nos querían hacer enojar ellos? ¿Les hicimos algo malo? —cuestionó el niño—Pues porque hay mucha gente envidiosa que no soporta ver que los demás sean felices—interru
Anne se había pasado toda la tarde arreglándose. Primero, había pensado en ponerse un vestido color rojo con detalles de perlas en el pecho, pero pronto desecho la idea, porque la hacía verse muy espaldona. Luego pensó en enfundarse en un mini vestido azul que tenía como decoraciones varias florecitas azules de pedrería cerca del pecho. Era demasiado vulgar para un evento tan importante para su futuro. Finalmente se decidió por un modelito de color beige, con algunos acentos en marrón oscuro. Volteó a ver su reloj y se dio cuenta de que con mucho trabajo lograría llegar a tiempo al evento en un taxi normal, así que llamó a un vehículo de aplicación y no le importó tener que pagar un poco más para obtener el servicio de la mejor calidad posible. A su esposo lo habían invitado también al evento, pero pretextando haberse resfriado, decidió quedarse
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