Estoy entrando en el centro correccional metropolitano de Nueva York, afuera me esperan mi niño bonito y Lamas, ambos no quisieron dejarme sola en esto, pero como sólo podía entrar una persona y la que había sido autorizada era yo, no les quedó de otra. Además, era difícil que ese tipo me hiciera algo, ¡Dios! estaba frente a una de las cárceles de máxima seguridad en este estado.
Mi sorpresa fue mayor, al encontrarme en la sala de revisión con Thomas y el abogado de ese hijo de puta.
—Señorita Lewis, es un placer tenerla aquí y quiero agradecer todo lo que hace por mi cliente.
—Déjala en paz, Rosco— masculla Thomas, colocándose q mi lado como escudo, le doy una sonrisa cálida y luego lo aparto para hablar.
—Tranquilo fiera, que lo que diga este colega tuyo no me incomoda— miro al leguleyo ese y lo enfrento—. Abogado, dudo mucho que lo esté haciendo por su cliente, más bien lo hago por todas esas víctimas que no tienen voz.
—Ya la oíste, así que ahora desaparece, no sé que haces a