Adam logró abrir la puerta y ambos dimos saltitos de victoria con palmadas incluidas. Que momento tan hermoso. Aunque el dolor en mi pecho seguía teniendo un nombre y era el de Max. Adam encendió la luz del dormitorio y lo primero que hizo fue arrojarse a su cama boca abajo y soltando un gran quejido.
—No volveré a beber cerveza en mi vida —me dijo él, asqueado —. Pero tu cumpleaños lo vale.
—¿Estás culpando a mi fecha de nacimiento por tu borrachera? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama con la intención de sacarme los zapatos que me estaban mata