SABRINA
Presionó mi mano que había permanecido tomada por la suya y asintió con la cabeza.
—Te comprendo, Sabrina, y por lo mismo, prometo que esta será la última vez que te hostigue e incomode con mis sentimientos. Sin embargo, me gustaría que pudiéramos ser amigos.
—No lo creo posible, Jason —negué de inmediato y él suspiró—. Al menos, no por ahora.
—Con eso me conformo.
—Perfecto —repliqué, desviando la mirada porque ya no sabía qué decir. Me sentía incómoda, fuera de lugar y ansiosa porque el maldito avión tocara tierra. Para mi desgracia, apenas habíamos despegado y me esperaban largas horas a su lado.
—Espero que recapacites y regreses a París —dijo de pronto, sorprendiéndome. Lo miré como si se hubiera vuelto loco y encogió los hombros—. Solo quiero que seas feliz… todo lo feliz que yo no pude hacerte y sé que el francés es un buen hombre. Bastaba verlo admirarte para darse cuenta de que estaba loco por ti… Estoy seguro de que si hizo algo malo, no fue porque quisiera hacerte d