Pero cuando estaba casi de vuelta en la entrada de la bóveda, lo escuché. Fuertes gruñidos y chasquidos que venían de afuera. Parecía que Brayden había entrado en combate, a pesar de mis claras instrucciones de no involucrarse. El idiota solo debía seguirla, no atacarla.
“¡Brayden!”, grité al llega