|Capítulo cincuenta|

—Está despertando —anunció el doctor luego de explicarle detalladamente la grave situación de su madre—. Acérquese si quiere hablar con ella, no puede hacer mucho esfuerzo la señora Fendi. Quédese solo unos cinco minutos, por favor, ya que ella necesita un reposo estricto, que nada la altere y menos la mortifique. Tenga cuidado con lo que le dice.

Dejó a Alejandro solo con su madre, y él se acercó a ella, tomando su arrugada mano. Se agachó para besarla, y en su frente se dibujaron varias líneas, preocupado por ella.

—No te esfuerces en hablar. ¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Desde cuándo estás así? ¿Ya no se me cuentan las cosas de la familia?

—Se dice que… desde que… —la señora hacía una pausa cada poco, como si supusiera un gran esfuerzo para ella hablar con su hijo—. Tienes otra familia… te olvidaste… de nosotras. —Tosió con desesperación, alterando la preocupación de Alejandro—. Tu padre siempre, siempre… deseó que fuéramos unidos, al igual que yo. Por eso… Alessia vive cerca, A
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