Mordiéndose la lengua

El punto de vista de Gabriela

Arqueé la espalda y me agarré a la cama. Su talentosa lengua jugaba con mi humedad, haciendo que mis piernas temblaran con la sensación que me provocaba. Mi boca se torció, mis ojos se clavaron y ya no pude soportarlo más. Me estaba castigando tan bien...

Me sujetó los muslos y me chupó ahí abajo. Me hacía cosquillas en el clítoris y no podía soportarlo. ¡Dios mío! ¡Es tan bueno! Su lengua era tan buena que quería más.

«Hmm... sí... oh, Dios mío...».

Jugó con mi humedad, lamiéndola con magia. Su lengua era tan hábil que no podía detenerlo. Estoy tan agotada por su actuación que ansío más.

«Sí... Alejandro...».

Se alejó de mi humedad, se limpió la boca con el brazo y me miró con una sonrisa burlona. Alejandro me besó y probé mis jugos. Nuestras lenguas lucharon, besándose sin límites ni fronteras.

Después de eso, sus labios viajaron a mi cuello, bajaron a mi pecho y chuparon mis pezones. Todo mi cuerpo se estremeció cuando volvió a provocarme con su lengua
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