El chofer me llevó al que será mi hogar por el tiempo que dure mi carrera.
¿Cuál fue mi sorpresa? Eran dos apartamentos unidos y, precisamente, uno era el suyo.
—¿Qué pretendes? ¿Vigilarme hasta cuando vaya al baño?
Dije con molestia.
—No me culpes, son órdenes de tu padre.
Dijo. El muy descarado me ha tuteado como si yo fuera su hermana. Eso me enfureció aún más, de inmediato llamé a papá y casi en llantos le reclamé por su traición.
—Es por tu bien. Sabía que estando lejos de nosotros te volverías adicta a las salidas nocturnas y no es adecuado para una señorita como tú.
—Pero, papá…
—Descuida. He investigado bien la compañía para la que ese hombre trabaja y créeme que es uno de los mejores que tienen.
Hazle caso en todo lo que te ordene, por favor. Para eso está recibiendo un salario más jugoso de lo normal.
Mi padre colgó la llamada. Me quedé con las peguntas en la punta de la lengua, todo lo que estaba sucediendo era absurdo e innecesario.
¡A partir de este día me declaro en rebe