Capítulo II

Un hombre observa desde la puerta de la iglesia, como la mujer que más ha amado está a punto de convertirse en la esposa del hombre que más admira, su propio hermano. La veía hermosa enfundada en ese vestido blanco, el velo sobre su cabeza, era así como la había imaginado por mucho más tiempo del que le gustaría admitir.

—Yo soy tuya y tú eres mío. — escucha decir a la novia mientras su hermano la observa con devoción. Su mano se convierte en un puño mientras se aleja. Eran sus propias palabras, fue él quien las repetía cada vez que terminaban de hacer el amor, con la luna como testigo.

—Una de las reliquias de los Rinaldi, el señor Rockefeller va a subastar lágrimas de afrodita.

—Se dice que sus piedras preciosas son únicas en el mundo, su belleza es sin igual. — Eizan escucha la conversación sintiendo la rabia, esa joya era una reliquia de la familia de su madre. El padre no tenía derecho.

Observa por última vez en dirección al altar, viendo a la mujer de su vida besarse con su hermano, ahora ella ya era parte de la familia. Debía salvar ese collar, su madre siempre le dijo que pasaba al segundo hijo.

—¡Eizan!! espera, celebra con nosotros! — escucha a sus espaldas la voz de su hermano, sus pasos se detienen, sus manos se convierten en puños, él no podía, ahora era la mujer de su hermano, sangre de su sangre, el sacrificio de hermanos que Eizan hacía en silencio taladraba en lo más recóndito de su propio ser.

—Debo irme hermano. —Responde observando a la feliz pareja.

—Brinda con nosotros, por favor, y te dejaré marchar. Es el día más feliz de mi vida porque al fin Lisa es mi mujer, mi esposa, quiero compartir mi felicidad contigo. — Observa el brillo en los ojos de Donato, sentía que su sacrificio valía la pena, aunque fuera como el hierro ardiente contra su propia piel. Eizan asiente mientras su hermano amplía la sonrisa. —No te muevas Eizan iré por unas copas hermano.

—¿Por qué me abandonaste? — inquiere en dirección a la novia que se encuentra sola ahora.

—No te preocupes queridito, podemos continuar con nuestros encuentros. Pero Donato es el hombre que merezco. El me ama realmente. — sonríe con cinismo.

—No te lo mereces, mi hermano no merece a una mujer como tú.

—¿Y tú sí? — pregunta con malicia. No menciona nada al respecto y comienza a marcharse. —Si te sirve de consuelo en la cama eres mejor que él. — apretó los puños sintiéndose un estúpido.

—Juro por tu memoria madre que no permitiré que una de tus más preciadas reliquias termine en otras manos que no sean las mías. — hace el juramento en dirección al cielo mientras las llantas del auto derrapa contra el pavimento.

En otra parte de Milán…

—¿Quién eres tú? — inquiere el hombre de rebosante abdomen en dirección a la pequeña pelirroja. —¿Eres masajista? — inquiere con picardía mientras recorre con la mirada el esbelto cuerpo de la joven.

—¡Por dios! ¡no! — exclamó de inmediato en respuesta cuando el tipo abre el paso permitiéndole el acceso. —Estoy buscando a Alexander. — Abre su bata dejando ver los enormes y abundantes Vellos en su cuerpo, Ali de inmediato se escondió bajo el brazo de Adara buscando refugio.

—Tú te lo pierdes. —responde con indiferencia. — A ese imbécil lo echaron del edificio ¿Por qué lo buscas? —inquiere con curiosidad.

—Él tiene deudas pendientes conmigo, y huyó para no saldarlas. —responde con valentía la pequeña pelirroja resguardando al Gálago. Se sentía una especie de mercenario en busca de su objetivo.

—Estás de suerte. — responde con una sonrisa malévola. —Me gusta ver al mundo arder, además él se acostó con mi chica. Espera un momento iré a buscar la dirección, dile que yo te la proporcione, veremos si tiene las agallas de venir a buscarme. —Adara asiente mientras su mirada se pierde, el pinchazo de la desilusión aumento de tamaño, todo fue una mentira, la única que se enamoró fue ella y para colmo de la ilusión de un hombre que no existe en realidad, todo fue parte de su excelente actuación.

—Yo le daré tu mensaje. — responde tomando la tarjeta.

—¿Segura no quieres ser la masajista? — rueda los ojos mientras camina hacia el elevador. — ¡Seré generoso con la propina! — exclama desde el pasillo.

Al llegar al exterior, el sol radiante quema sobre su piel, mientras su estómago gruñe, y por primera vez desde su llegada sintió que ir a Milán de esa manera había sido una mala idea, ahora no tenía dinero suficiente para el hospedaje, comidas, y transporte, encima alimentar al gálago. Ali la observa con sus enormes ojos después de recorrer varias calles caminando.

—Yo también tengo hambre, deja de verme con esos ojos. Si alguien no hubiera devorado las municiones de mi bolso ahora tendríamos comida. — Ali escapa del bolso al escuchar las últimas palabras, salta rápidamente alejándose de ella. —¡Oye! ¡regresa aquí! ¡no era mi intención ofenderte! —Se disculpa apresuradamente corriendo tras de él, pero el pequeño era tremendamente veloz.

Después de algunos minutos su bolso comienza a moverse, Ali aparece nuevamente, mientras sostiene algo en sus manos, Adara abre la boca sorprendida al ver una billetera junto a su pulsera.

¡Ali era un adicto a tomar lo ajeno! Era la manía de la que Elena hablaba.

 

—¿Ha visto a una rata saltarina? —la pelirroja frunce el ceño sin comprender cuando el extraño de traje preguntó.

—¿Una rata voladora? —inquiere incrédula. — Por supuesto que no.

—Esa cosa robo mi dinero. — se muestra casi incrédulo.

—¿Habla de la billetera que está a un metro de usted? — señala con su dedo en dirección.

— ¡Gracias! — responde colocando la mano sobre su pecho con alivio.

—Ali, no puedes tomar lo que no es tuyo. — reprende mientras lo señala con el dedo índice. Su estómago gruñe mientras que el pequeño la observa con sus grandes ojos. —Está bien, tenemos hambre, pero no lo vuelvas a hacer.

Mientras tanto…

—¡Señor Rockefeller! — interviene un hombre de seguridad.

—¿Qué sucede?

—Han robado la reliquia de la subasta.

—¡NO ME IMPORTA LO QUE DEBAN HACER, QUIERO DE REGRESO A LÁGRIMAS DE AFRODITA O ¡CABEZAS RODARAN! —El de seguridad sale despavorido en busca de la joya.

Baja corriendo las escaleras de emergencia estropeando su traje, ni el mismo cansancio logra vencerlo, cuando el viento sopla sobre su rostro sabe que está a centímetros de la libertad, algo pequeño golpea contra su cuerpo, su mirada se concentra en la pequeña silueta con cabello rojo. Adara recordó los libros de amor que elena solía leer, es ahí cuando el valiente hombre aparece evitando su caída culminando en un beso hechizante, pero ella en cambio lo único que recibió fue una alucinante caída, rebotó contra el imponente cuerpo. Ahora es Ali quien sostiene el collar. La pequeña pelirroja no puede emitir una sola palabra porque es arrestada por el de  seguridad esposada por una mano mientras el gálago se refugia en el bolso.

—¡Usted no puede hacerme esto! ¡Es una injusticia! !Está oprimiendo mis derechos!—Grita enfurecida contra el de seguridad mientras se remueve de manera violenta.  El hecho de la posibilidad de volver a prisión sin completar su primer día de libertad le produjo cierto temor.

Eizan continúa su camino antes de que alguien lo reconozca, pero entonces observa esos ojos verdes temerosos, sabe que la chica no es culpable, su padre lo asesinara con sus propias manos, pero no iba a permitir una injusticia. Además tenía que reconocer que era valiente, intentaba luchar con un hombre del doble de su tamaño y tres veces su peso. Era consciente que podrían darle prácticamente una condena perpetua por el valor de la joya, con frustración paseo su mano sobre su rostro preparándose para tomar un decisión que le costaría muy caro con su propio padre como juez.

—Eres una ladrona, eso es lo que eres. en prisión tendrás amigas de tu calaña.— responde el guardia con desdén mientras intenta llevarse a la chica.

—!Yo no soy una ladrona!— responde en un fuerte grito cargado de rabia.—¿Entonces todos los de seguridad son iguales a ti?—inquiere con duda.

—¿De atractivos? Lo siento, este rostro es único, todas me lo dicen.— Se galardona a sí mismo aflojando el agarre contra Adara.

—Deberías de arrestarles.— responde la pequeña pelirroja de fuego.— Mentir también es un delito, sobre todo a ti mismo cuando te ves al espejo.— responde con burla mientras que el de seguridad la fulmina con la mirada, vuelve violento su agarre contra la joven.

—Gerónimo. — llama Eizan al de seguridad. la joven besada por el fuego suelta enormes carcajadas al punto de liberar algunas lágrimas.

—¿Gerónimo? — inquiere con burla. — Realmente le haces justicia al nombre. Es tan feúcho como tú. —Eizan la fulmina con la mirada rezando por que la mujer cierre la boca. El de seguridad entrecierra los ojos murmurando algunas cosas inaudibles.

—Continúa aumentando tu condena ladrona.

—¿Desde cuándo decir la verdad es un delito? !Ya lo he dicho! ¡Yo no robe nada! ¡Soy inocente!

—Espero continues de bocaza en la estación de policía.— Adara abre la boca indignada pero la mirada de Eizan no deja de gritar que cierre la boca.

Adara observa la conversación que sostiene el hombre junto al de seguridad. Estaba segura que había caído como un cordero directo a la trampa, nuevamente se sintió traicionada.

—He hablado con…— no tiene oportunidad de hablar ya que su mano ha sido esposada junto con la de la chica, la pelirroja le obsequió una mirada maliciosa. —¿Qué rayos…?

—Maldito idiota, yo no voy a ser parte de tu teatro mal montado. Eso te enseñará a no volver a calumniar a la chica equivocada.—Observan como el de seguridad habla por celular, sabía que eso era realmente malo.

—Demonios, mi padre va a arrancarme las entrañas cuando se entere. — menciona para sí mismo antes de tomar a la pequeña pelirroja como una muñeca sobre su hombro echándose a correr por las calles.

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