Capítulo III

—¡Alto ahí! — gritan tres hombres de seguridad.

Eizan acelera sus pasos, es veloz aun con el peso extra. Dos calles después ingresan al automóvil que tomó de uno de sus amigos, mientras que Adara se indigna por el hombre a su lado, la deposita sin mucha delicadeza en el asiento de copiloto, cuando intenta rodear observa la esposa en su mano.

—¡Tú me metiste en esto! ¡ahora me sacas! — exige la pelirroja con el ceño fruncido mientras le señala con un dedo. Eizan la saca el auto ingresando él en el asiento del piloto, Adara niega de inmediato. —¡No voy a sentarme encima de ti! — se aleja sintiendo el tirón de las esposas, se maldijo así misma por todas las decisiones que tomo desde ayer al inicio de su día.

—No seas niña. Date prisa Caperucita. — intenta replicar abriendo la boca indignada pero el El sonido de las sirenas aproximarse la hace mandar al carajo cualquier resistencia. Se monta sobre Eizan rozando mas de lo debido su cuerpo, siente algo rozar su espalda baja por lo que su rostro se vuelve rojo como un tomate. —Es el cinturón. — responde con picardía levantándolo en su mano.

Adara desvía la mirada apenada. —Ahora Caperucita, sujétate bien. — aconseja antes de comenzar a maniobrar el automóvil. Eizan es un excelente corredor de autos, la adrenalina pronto se apoderó de ambos. Y en Adara temor a caer en prisión en un país extranjero. Cuando el peligro parece quedar atrás la pelirroja se atreve a hablar.

—¿Podrías llevarme a un lugar por favor? — inquiere con las arcadas a flor de piel, eso era aún más extremo que los juegos mecánicos. Sin esperar respuesta extiende la pequeña tarjeta. No responde nada así que supone se negó, minutos más tarde se detiene frente a un edificio descuidado, incluso dando un aspecto de abandonado. —¿Qué es este lugar? — pregunta con evidente duda.

—La dirección que me has indicado. —Responde con simpleza. Adara intenta bajar, pero la esposa la retiene, Eizan le otorga una mirada divertida mientras ella rueda los ojos montándose encima de él para poder salir. —Espera, no pienso cobrarte el viaje de esta manera Caperucita. —responde burlón con falsa inocencia.

—Idiota. — murmura cuando logra salir del auto. Eizan sale del auto detrás de ella, no estaban del todo convencidos de abandonar el auto, Adara abraza su bolso cuidando de Ali.

La pequeña pelirroja arrastra prácticamente a Eizan escaleras arriba, sus manos comenzaron a sudar, llama a la puerta repetidas veces. Una joven rubia embarazada es quien abre la puerta, Adara se niega a que sea realidad.

—¿Quién es amor? — inquiere la voz que tantas veces añoro escuchar, algo en su interior se rompió realmente, sentía que sus piernas flaqueaban. Al no recibir respuesta aparece Alexander al que desearía jamás volver a ver. Observa en el dedo anular de la joven un anillo idéntico al que ella tenía, ¡les había dado sortijas iguales! —¿Qué haces aquí Adara? — pregunta con indiferencia.

—¡Eres un malparido! ¡Ahora volveré a prisión por homicidio! — se abalanza encima de él, pero su mano la retiene, da algunos golpes a Alexander, la joven embarazada contempla la escena en estado de Shock, mientras Eizan prefiere no intervenir, al no comprender lo que sucede. —Huiste como un ladrón con el dinero que yo misma ahorré para nuestra boda ¡me dejaste en la calle! ¡Solo me utilizaste todos estos años! ¿No es así? — lanza patadas como una fiera en cautiverio. — ¡Responde! ¡no te quedes callado como imbécil! —Adara esperaba recibir respuestas, pero el sinvergüenza no las daría, las lágrimas de rabia empañan sus ojos. Eizan comprendió lo que sucedía, y él conocía ese sentimiento.

—Ahh. —Jadea la joven mientras se contrae del dolor sobre el suelo. —¡Alexander!, ya va a nacer. — llama al padre de su hijo mientras todos observan el charco en el suelo, la fuente se rompió. —¿Qué vamos a hacer? Mis padres no nos darán dinero para pagar el hospital. —Alexander remueve su cabello con desesperación. Mientras que la pelirroja se llena de culpa por provocar el dolor en alguien que no tenía nada que ver en las malas acciones que cometió el mal hombre.

—Yo les daré el dinero. —Responde abriendo su bolso, tomando el dinero, el pequeño gálago se aferra a unos billetes hasta que finalmente los libera. Ahora estaba en la calle por completo, pero no iba a permitir que un ser inocente pagara los pecados del padre. —Lleva ahora a tu mujer al área de emergencias. —entrega el dinero a su ex prometido. Sale del lugar aún esposada a el hombre vestido de traje.

—¿Qué fue eso Caperucita? —inquiere mientras es arrastrado de nuevo al exterior. Adara aún no podía creer que su prometido le hubiera hecho tanto daño, destrozándole por completo y sin miramientos.

—Me enamore de una mentira…—Responde mientras las lágrimas silenciosas caen sobre sus mejillas.

Después de un recorrido silencioso llegaron a un hotel sencillo. Eizan se maldijo al verse sin efectivo y no podría usar las tarjetas, podrían localizarlo. Así que habló con el gerente del lugar alegando ser un Rockefeller, de inmediato les dieron la mejor habitación de cortesía, con la promesa de recibir a más miembros de su familia. Al ingresar la pelirroja toma de la mano a Eizan, este sorprende sin comprender, pero ella maniobra abriendo las esposas dejándolo perplejo.

—¿Todo este tiempo pudiste habernos liberado? — inquiere casi indignado. Mientras Adara se deja caer sobre la cama hecha un ovillo.

—Sí pero no confiaba en ti, tu me has metido en un lío. — sin decir una sola palabra más rompe en llanto sacudiendo su cuerpo con violencia.

Eizan la observa destrozada, él conocía ese sentimiento tan familiar, hace tan solo unas horas lo había experimentado. Le sorprendía como la pelirroja aun a pesar de haber sido traiciona tenia espacio para la bondad, ayudó a la mujer con el dinero para que diera a luz el hijo de su propio prometido.

—Celebremos. — menciona con naturalidad.

—¿Celebrar qué? — inquiere levantándose con los ojos rojos.

—Que hemos logrado escapar ilesos. — responde con una sonrisa mientras Ali sale del bolso sosteniendo el collar.

—Somos el trío perfecto de ladrones. — Adara se siente sorprendida por las palabras del extraño.—Soy Eizan, por cierto.

Unos tragos más tarde…

De la champaña pasaron al tequila, por petición de la misma pelirroja quien ahora reía a carcajadas.

—¿Quieres ver algo que aprendí en prisión? — inquiere con emoción hacia el hombre con el que se encuentra sentada sobre el suelo. Eizan le sonríe observándola con atención para después reír.

—Nada que atente contra mi vida o mi moral. —Responde entre carcajadas. La pequeña pelirroja golpeó el enorme brazo del hombre.

—Idiota. —murmura molesta. —Espera aquí. —Se levanta tropezando un poco. Desaparece con su bolso en el tocador, mientras que Ali se encuentra sobre la cama comiendo como si fuese a combatir contra un batallón.

Un suave tintineo de monedas se intensifica mientras que Eizan con curiosidad gira en dirección hacia el sonido proveniente. Adara se encuentra de pie a pocos metros, sin prenda alguna simplemente cubriéndose con algunas telas rojas, el cinturón de monedas adornando sus caderas, su vestimenta se asemeja a la de una gitana. Sus piernas desnudas al igual que su cintura, utiliza una especie de velo para dejar a la vista esos preciosos ojos verdes que fueron resaltados con el delineador.

Eizan en algún momento se dio cuenta de lo increíblemente hermosa que era realmente, ella se encargaba de ocultar su belleza cuando la conoció, ahora incluso podría venerarla pensó. Inesperadamente comenzó a danzar tal y como la Gitanilla de la prisión le enseñó. Sus movimientos eran hechizantes, así mismo como Eizan se colocó de pie para tomarla entre sus brazos con adoración, sus ojos permanecían fijos sobre los de ella.

—Jamás en la vida he escapado… Tampoco he venerado a alguien o algo, sin duda es un día de varias primeras veces. — menciona mientras deposita a la joven sobre la cama vacía.

Tal y como Eizan lo dijo, se encargó de adorarla durante toda la noche. Nunca en su vida se había entregado de la forma en que lo hizo con la pelirroja, quien realmente era fuego líquido bañando su ser…

Algo tira de la melena de la joven logrando que se remueva hasta que finalmente abrió los ojos encontrándose con los grandes ojos de Ali sobre ella, intento levantarse, pero su vientre y entre pierna dolían como nunca imagino, al aferrarse a la sabana se dio cuenta de que estaba completamente desnuda junto a un hombre sin prenda alguna. Los recuerdos golpearon en su mente como un rayo.

—¡Deje de ser virgen con un extraño! —Recordó que mencionó su nombre. —Al menos se que se llama Eizan. — responde un poco más tranquila para sí misma.

Sin pensarlo comienza a vestirse reuniendo todas sus pertenencias, sobre el lugar de su cama vacío deposita el collar que Ali había tomado. Aun le dolía la traición de Alexander, no estaba lista para tener nada con nadie, no era el momento. Pensó en buscar algún empleo para alquilar algo, vendería la sortija de promesa junto con algunos obsequios que ya no deseaba guardar.

Eizan se remueve cuando escucha la puerta siendo golpeada con fuerza. Su mano se dirige inconscientemente al otro lado de la cama encontrándose solamente con el collar, al intensificarse los golpes decide levantarse encontrándose con una pequeña mancha carmesí. No lo podía creer, ella era virgen, y él fue su primer hombre, él jamás había estado con una virgen.

Al abrir la puerta se queda petrificado al observar quien se encontraba frente a él.

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