Emilia volvió en sí cuando escuchó que la puerta del jardín se abría de golpe.
Entrando en pánico y con los dedos temblorosos bloqueó el celular de Daniel y lo dejó donde lo había visto, mientras escuchaba los pasos pesados de su esposo que se dirigían hacia la cocina, rápidamente la azabache se giró contra la pileta y abrió la canilla, fingiendo que no había escuchado a Daniel entrar a su cocina.
Escuchó que la heladera se abría y ahí sí se dio vuelta, encontrándose con el hombre bebiendo del pico de una botella de agua.
-Oh… ¿ya terminaste? – exclamó fingiendo que no lo había visto llegar.
-No quiero hablar de eso- respondió amargamente.
-Está bien…- sentenció la castaña, volviendo su mirada hacia los platos sucios.
-¡Es que no entiendo!- Gritó el hombre, haciendo asustar a la joven- No pude encontrar cual es el problema- exclamó frustrado, realmente hablando de aquello.
Esta vez Emilia lo escuchó atentamente, por lo menos de esa forma no iba a sospechar lo que había irrumpido en su