Capítulo 58. Una propuesta, ¿sincera?
La cocina se había convertido en un campo de batalla, donde estallaban bombas de risas y vocesitas marcadas por la emoción.
En la mesa había un verdadero desastre: tazones con masa pegajosa, bolsas abiertas de azúcar y harina que habían volcado un poco y las huellas blancas de pequeñas manos estampadas sobre la madera.
—¡Mira, Emma, un dinosaurio gigante! —gritó Lucas y alzó con orgullo un cortador de galletas en forma de tiranosaurio.
Matt no se quedó atrás. Con las mejillas encendidas mostró el suyo: un brontosaurio con la cola torcida ya hundido en la masa.
—¡El mío es más grande!
Carmen intervino para evitar que la competencia infantil escalara.
—Los dos son hermosos, pero cuidado, que se van a quedar sin masa si siguen cortando tan rápido —dijo la mujer con paciencia y sacudió un poco de harina de su delantal.
Emma se inclinó para ayudar a Matt a despegar el cortador de la masa, recibiendo un beso repentino en la mejilla de parte del niño que la llenó de ternura.
—No me manipules