Royal salió de la mansión en un torbellino de furia. Cada paso que daba resonaba como un eco de su enojo por los pasillos silenciosos de la casa. Su mandíbula estaba tensada y sus ojos inyectados de rabia.
Al llegar al vestíbulo, se encontró con Magalí.
—¿A dónde vas de nuevo? —preguntó ella con curiosidad al notar la urgencia en Royal.
—Tengo que salir —respondió él, con un tono seco y apresurado.
—¿No vas a llevarme a casa? ¿O prefieres que me quede aquí? —agregó, ya que Magalí no vivía en la mansión, sino sola en un departamento.
Royal se detuvo un instante, mirando a Magalí como si su presencia fuera un obstáculo.
—Vete por tu cuenta —declaró—. Estoy ocupado. Me surgió algo importante.
—¿No puedes acercarme a mi casa al menos? Solo será un momento —insistió Magalí, algo desconcertada.
—Tengo prisa —replicó Royal, girándose hacia la puerta—. Nos vemos mañana.
Royal subió al coche con movimientos rápidos, como si cada minuto fuera crucial, y se dirigió hacia la comisaría. Su rostro