Mi simpatía por Marisella vuelve a reaparecer. Había que estar hecha del mismo material estéril que Damián Goldstein para no conmoverse con una madre llorando a mares con su bebé en brazos.
—¿Cuál diagnóstico te dieron? — pregunto en un susurro.
—Tengo un tumor en el cerebro. No para de crecer — asegura.
—¿Damián sabe de esto?
—Se lo he dicho, me ha bloqueado y sus guardaespaldas no me dejan acercarme a él en persona. También intenté ir con la prensa, tampoco quieren ir en contra de la familia. ¿A quién le dejaré a mi hijo? No tengo más familia.
—Oye… Una prueba de ADN podría ayudarte — le aconsejo con lo poco que sé de este enredo.
Marisella ve una luz al final del camino.
—¡Ayúdame a conseguir su ADN! ¡Me lo das y le hago la prueba a mi hijo! ¡Ya no podrán verme como una loca! — me pide.
Me asusto de inmediato. En definitiva, no firmé para esto.
—Eso no sería ético de mi parte — aseguro. Ella más se acerca a mí con los ojos llorosos.
—De mujer a mujer. ¿Qué harías si estuvi