Los golpes a mi puerta suenan más rápido de lo que pude imaginar. Apenas pude sentarme en la cama a jugar con la sortija de compromiso y pensar en cómo sería mi matrimonio con Damián si mi familia seguía oponiéndose.
—Hija, déjame entrar hablemos — dice mi padre.
—Te dejaré entrar y hablaremos cuando le des una oportunidad real a Damián para conocerlo. No poniéndole trampas y siendo así de pasivo/agresivo — respondo.
—¿Cuándo es que fui pasivo/agresivo? De una vez fui agresivo, y lo admito.
No me río ante su chiste. Él escucha que no hago ningún ruido.
—¿No tienes una sonrisa en tu rostro? Soy bueno poniéndole una sonrisa en la cara a casi todo el mundo…
—No es momento de chistes papá. Lo sabes muy bien, no sé por qué pretendes que sí lo es.
—Me pude contactar con Mohamed y con Julia. Sé que estás buscando trapos sucios de esa familia. Lo repito ¿así te quieres casar? — explica con seriedad — ¿Con el padre del niño con la madre muerta en circunstancias extrañas? ¿Con el nieto de un ho