Capítulo 24:

Aegan suspiro profundamente, mientras reclinaba ligeramente la espalda contra el tejado de la casa y observaba las estrellas en busca de cierta paz y calma; algo que hacia muchas lunas no lograba encontrar.

La noche era preciosa, una media luna coronaba en cielo salpicado de preciosas estrellas que resplandecían. Pero el príncipe dorado no estaba allí para contemplar el paisaje. No, el necesitaba con desesperación calmar el caos de pensamientos que resurgían en su mente sin piedad alguna, llegando a un punto inflexible en el que bien podría volverse loco.

Un par de pasos resonaron cerca de el, y mas pronto que tarde, Aegan vio a su hermano asomarse por la misma ventana por la que el habia ingresado allí.

Damino no se percato de la presencia de su hermano hasta que logro subirse totalmente al tejado. Cuando sus ojos se encontraron ambos permanecieron en silencio durante algunos minutos que parecieron eternos.

—¡Oh, estas aquí!—dijo Damino, revolviéndose incomodo en el lugar—. Sera mejo
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