Al ver que colgaba, Alisson, sentada en la pequeña sala dibujando, le preguntó:
—Papi, ¿encontraste a la persona mala?
—Sí, cariño —respondió él, un poco sorprendido por su pregunta tan asertiva.
—¿La castigarás?
—Algo así. —Él le dio una sonrisa—. Ya no volverá a molestarnos, te lo aseguro.
Una sonrisita pintó los labios de la niña.
—¿Puedo abrazarte, papi?
—Claro, ven aquí.
Ella se levantó sin esperar más y caminó a su escritorio, lo rodeó y se paró a su lado. Andrew la levantó, la sentó en su regazo, y la nena lo abrazó con cariño.
—Papi, ¿sabes? Te quiero mucho. Eres el mejor papi del mundo —dijo en medio de su abrazo, acurrucándose en su pecho—. ¿Mañana sí puedo ir a la escuela? Quiero recibir mi nota y luego ir al parque contigo. —Se separó y lo miró, a la expectativa.
—También quiero ir contigo —contestó el castaño y le sonrió.
Lo volvió a abrazar y, tras la segunda separación, echó un ojo a la computadora e inquirió, como niña curiosa que era:
—¿Qué haces en la computadora? ¿P