—Me siento un hipopótamo – Le dijo Deanna sacándose la bata.
—Pero uno muy lindo – Le respondió Daniel haciendo lo mismo.
Los dolores del cuerpo la agobiaban cada día más, le costaba moverse, cambiar de posición en la cama, hasta caminar a veces era un suplicio. Pero el médico le había recomendado que cuando tuviese esa tensión se relajara con agua caliente. Y tuvo razón, la ayudaba bastante.
La ducha le servía como algo rápido e improvisado, pero lo que realmente la relajaba era la bañera. La enorme bañera que su esposo hizo instalar para ella y su barriga. Pero era demasiado alta para meterse sola, así que Daniel la ayudaba siempre. Ya le había dicho y recalcado, agitando un dedo, que nunca se lo ocurriese usarla ella sola; podía resbalar o golpearse.
Por esos meses, él iba menos a la oficina. Delegaba en Harry muchas cosas y su hermano le cumplía; así podía aprovechar más tiempo con su familia. Parecía que no quería perderse de nada.
El agua estaba caliente y se podía oler la esenci