Deanna continuó cantando durante su embarazo, pero cada vez le costaba más. Cargar a dos niños que crecían dentro de ella y aun así brillar en el escenario, cautivando al público con su voz y su presencia escénica; se le estaba dificultando. Daniel la acompañaba en cada presentación, orgulloso de su esposa y emocionado por ese vientre que crecía cada día.
-No puedo hacer más esto – Le dijo a Leonard mientras bajaba del escenario.
Tristán e Isolda, de Wagner, era la ópera elegida por Marcus para esa temporada.
-No te preocupes, hablaré con Marcus y pondremos a tu reemplazo. Ya es hora de que te dediques a descansar, nena – Le dijo preocupado.
La llevaba de la mano como si fuese que ella iba a caerse o desarmarse. Para Reed era una experiencia nueva, a pesar de los embarazos de Alice, nunca participó de nada. Pero ahora veía como crecían sus nietos dentro de su hija y experimentaba todo tipo de emociones.
A Deanna le daba tanta ternura ver su cara consternada, despejándole el camino con