—¿Qué tienen de malo las flores?—pregunto Alexander con el ceño ligeramente fruncido, mientras observaba a Bianca de soslayo.Ella rio tontamente, mientras salía del pequeño habitáculo del ascensor. Alexander la siguió muy de cerca, llevando su bolso de trabajo en una mano, mientras buscaba en silencio el auto.Sin lugar a dudas, aquel había sido el mejor día de trabajo en mucho tiempo, y todo se debía a Bianca y su presencia. Impulsiva, astuta, carismática e increíblemente creativa para insultar sin hacerlo realmente, ella se había ganado un lugar dentro del corazón del millonario, incluso aunque este se negara a aceptarlo.—¿Lo preguntas en verdad? —dijo ella con una ceja alzada. Ante los hombros elevados y la media sonrisa que Alexander le obsequio, ella continuo—. Estas regalando algo muerto, Alec.—No… en realidad estaría regalando algo con rico aroma y bellos colores…—se defendió el, luego de haberle confesado a Bianca que siempre había fantaseado con obsequiarle flores a diario
Cuando finalmente Bianca llego a la casa del millonario, simplemente se excuso con Simón, quien tenia preparada una rica cena para los tres. No tan exquisita como la de Alexander, pero comestible de igual modo.No estaba de buen humor, su cuerpo le dolía totalmente, mientras que su mente aturdida se balanceaba sobre lo ocurrido. Tenía miedo, dolor y resentimiento. Hacia mucho tiempo que no veía a Max, y ciertamente no esperaba encontrarlo allí.Con pasos cansados, ella se deslizo al baño, llenando la bañera antes de zambullirse en el interior. Durante algunos segundos ella cerro los ojos, concentrada en el agua que la elevaba, obligándola a medio flotar.Eso, Bianca solo deseaba eso mas que nada en el mundo. Mantenerse en la superficie, alejada de todo.Pero la gravedad la obligaba a mantener los pies en la tierra, en el mundo real. Y un golpe en la puerta la obligo a abrir los ojos de par en par.—Bianca… ¿Puedo pasar? —pregunto Alexander al otro lado de la puerta.—Yo… estoy desnuda
El ceño de Simón se apretó con fuerza, mientras una mueca reemplazaba su habitual sonrisa por una expresión de notable disgusto.—¿Qué ocurre? —aventuro a preguntar Alexander, sentado junto a él detrás de su escritorio, en la oficina de su empresa.Rara vez Simón se quedaba allí a trabajar, el sostenía que las oficinas eran una especie de cripta viviente. Alexander se encontraba dispuesto a darle la razón, si es que alguna vez se atrevía a admitir aquello.Esa era una ocasión particular. El chico de cabello tintado buscaba un lugar tranquilo donde realizar su investigación acerca de Max, sin que Bianca tuviera sospecha alguna sobre él.—Nada, Max no tiene nada—gruño con disgusto Simón—. Esta limpio.En respuesta, el ceño de Alexander también se frunció, mientras se aproximaba a la pantalla del ordenador de Simón, como si fuera capaz de comprender algo de la intrincada red de algoritmos que allí se plasmaba.—Es imposible—logro responder el millonario, sintiéndose tan frustrado como su
Aquello paso de ser un momento de platica medianamente normal, a una brutal batalla aguerrida. Todo fue rojo, sangre, músculos, golpes y ciertos sonidos semejantes a los de las bestias.Simón fue lo suficientemente inteligente como para mantenerse al margen de aquel exterminio, mientras llamaba lo más rápido que podía a seguridad para que separaran a Alexander de Max.En toda su vida, el chico de cabello tintado jamás había visto a su hermano reaccionar de aquel modo tan brutal. La violencia siempre era el ultimo recurso que empleaba y con cierto desagrado, pero en ese preciso instante, con su mirada ensombrecida, él podía jurar que había cierta dosis de placer reflejado en su rostro.Para fortuna de ellos, los de seguridad llegaron lo suficientemente rápido como para que Alexander no desfigurara totalmente a Max… sin embargo, las marcas en su rostro no se irían tan rápidamente.—¡Me las vas a pagar, Thompson! —siseo Max con los dientes apretados mientras un hilo de sangre roja colgab
Bianca no lloro. No porque no sintiera la necesidad de hacerlo, sino porque no se atrevería a llorar frente a tantas personas.Con la mirada elevaba y el corazón apretado en un puño, ella salió del edificio a toda velocidad, sintiendo como sus ojos se nublaban mas y mas conforme los segundos pasaban.No quería volver a la maldita mansión de Alexander, y tampoco quería regresar al burdel, pero sus opciones se estaban agotando. Necesitaba llorar, pero no pensaba hacerlo en la vía publica, donde todos podrían mirarla y juzgarla… tal como lo había hecho el.—Oye… ¿Te encuentras bien? —pregunto un hombre a sus espaldas atrayendo su atención.Bianca se tragó el suspiro que luchaba por escapar de su garganta, aquel que parecía contener su alma.Lentamente se volvió hacia el extraño, solo para encontrarse con un hombre un par de años mayor que ella, con una mirada pensativa y una camisa con… con el maldito logo de la empresa de Alexander.—Si, estoy bien, no te preocupes—se obligo a decir ell
—Y asi es como termine aca, hablando con un extraño de mi vida—dijo Bianca, demasiado ebria como para no reírse al final de la oración.La sonrisa en el rostro de Daniel crecio, tan borracha como la suya, mientras buscaba en su mente alguna frase estúpida de una galleta de la fortuna que resolviera la mierda de problemas que era la vida de ella.—Tecnicamente, deje de ser un extraño hace como tres shots atrás—respondio el esbozando una sonrisa que volvía sus ojos mucho mas pequeños.La bella prostituta rio ampliamente, antes de volverse hacia el y preguntar sin tapujos:—Y tu ¿Por qué estas aquí?——Al principio, el asno de mi jefe, Alexander, me obligo a venir detrás de ti… mujer, el te ama, pero es demasiado tonto como para atreverse a decirlo, y mas con todas las mierdas que le pasan—explico el con las palabras flojas—. Y tu… tu eres un maldito infierno con cara bonita.—Es el mejor insulto que me podrían haber deicho—se quejo ella con el ceño fruncido, mientras se empinaba la bebid
El siguiente capítulo contiene material sensible. Se recomienda para un público mayor de edad. Muchas gracias por comprender, con cariño, Valentina M. Labordeo o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o oBianca llego en la madrugada a la mansión del millonario, Alexander Thompon. Estaba totalmente ebria, con ideas erróneas y volátiles dando vueltas en su mente.En realidad, todo a su alrededor parecía estar dando vueltas.Daniel la habia acompañado en un taxi hasta el lugar, y sin bajarse, el simplemente se despidió.La bella prostituta se tambaleo hasta la puerta principal, donde con cierta dificultad llamo a la puerta.Casi de manera instantánea, Alexander la abrió, haciendo que Bianca cayera en sus brazos un par de segundos después.—Que caballeroso…—dijo Bianca con tono meloso y una sonrisa ebria surcando s
La mañana de un nuevo dia llego demasiado rápido, mas de lo que el propio Alexander hubiera deseado.Con cierta pereza, y luchando por aferrarse a los retazos del sueño que aun lo envolvían, el millonario comenzó a abrir los ojos. Encontrandose rápidamente con la desastrosa situación que habia ocurrido la noche anterior.Bianca estaba durmiendo a su lado, enrollada entre sus brazos, totalmente desnuda… igual que el.Alexander parpadeo, notando pequeños papeles plateados que relucían con el sol de la mañana. No necesito de mucho tiempo para entender que aquellos eran los empaques vacíos de condones.—Mierda—dijo el, maldiciéndose a si mismo.Pero sus palabras fueron dichas demasiado alto, tanto que Bianca acabo por despertarse.—Buenos días—saludo ella, con los ojos aun cerrados—, ¿no es temprano para que estes insultando?Sin embargo, su sentido de burla y buen humor murió demasiado rápido, cuando los eventos ocurridos la noche anterior cayeron sobre ella como un balde de agua fría.L