Capítulo 22: Lo estropeé y mucho, pero me niego a perderla.
Roger llevó a Alexander a su oficina porque no quería ponerse a dar gritos en mitad de los pasillos.
No podía más, aquello ya era demasiado para él.
Comenzaba a desear que Elizabeth no hubiera regresado porque verla de esa forma y con tanto odio hacia él lo estaba destrozando.
Había cometido un error y era consciente de ello.
No hubo un solo día en el que no se lo reprochara a sí mismo durante su ausencia.
—¡Me cambiaron por una pulga! —gritó apenas entró a su oficina y cerró la puerta de un portazo.
Roger se sentó con tanta fuerza en la silla de escritorio que incluso rodó hacia atrás y chocó con la pared.
Alexander lo miraba con una sonrisilla, ¡encima tenía que aguantar las burlas de su mejor amigo!
—Hace unos años —comenzó a decir y se acomodó en el asiento con esa actitud de quien ríe el último ríe mejor—. Durante un viaje a Canadá para buscar a mi supuesta esposa muerta.
—¡No vamos a comenzar a sacar los trapitos sucios! Calladito estás más guapo —dijo, pero su amigo no le hizo