La camarera llegó con la botella y dos vasos, nos sirvió y dejo todo en la mesa de centro, cerró la cortina a su salida.
— ¿Qué te parece el lugar?. — Comenzó Roberto entregándome uno de los vasos servidos.
— Está genial, me encanta. — Tomé un sorbo.
— Es nuestro. — Agregó él. — Es uno de nuestros clubes.
— ¿En serio? ¡Wow, no me lo esperaba!.
— También las tiendas que visitamos y el restaurante… — Abrí los ojos como platos. — Creo que es momento que vayas conociendo más de nuestros negocios, también de nuestras mixtas inversiones.
— Querrás decir tuyas…
— Nuestras. — Él me observó fijamente, serio, sin titubear. — Dijiste que querías más información y…
— No era esto a lo que me refería. — Lo interrumpí.
— Lo sé. — Asintió y tomo un largo trago.
— Pero te lo agradezco. — Agregue. Él asintió ceñudo.
— También quería informarte que los italianos ya se fueron, regresaron a su país, imagino que por el momento se dieron por vencidos, intentaron llegar a la finca, pero yo me les adelante y