Capítulo VI

Pov Irene: 

“Mañana paso por ti para almorzar ¿Está bien?”

De esa frase había pasado una semana, lo cual me desconcertaba; realmente no tenía idea si era por el tipo de perspectiva entre ambos o que demonios.  Lo único que tenía en claro, es que nada de eso era mi responsabilidad, ni era un incumplimiento de contrato; porque ya como al tercer día había llamado a la oficina, pero, mis llamadas nunca fueron respondidas o devueltas. 

Quizás toda la historia había terminado antes de comenzar; sin embargo, el lunes en la tarde, cuando salía de mi consultorio, me encontré con Enzo apoyado en el capo de su auto hablando por teléfono justo frente al edificio de donde yo salía. 

Sin estar segura de que hacer, simplemente me quede de pie en la entrada; el hombre no tardo en reparar en mí más que un minuto como mucho, colgando la llamada. Sus ojos verdes se quedaron fijos en mí. 

— Buenas tardes, Irene, ¿Estás ocupada? — Saludo de pronto caminando hacia mí con una extraña mueca en el rostro. — ¿Cómo estás? — Pregunto de manera casual.

Por alguna razón dentro de mí comenzó a latir un sentimiento de molestia, por el que tuve que regañarme mentalmente.

— Hola, no, ¿Que necesitas? — Salude de regreso con un tono más calmado del que hubiera imaginado podía conseguir. — Bien, ¿tú? — Cuestione de regreso por pura cordialidad. 

Quisiera o no, no lograba dejar de sentirme irritada, como si realmente me molestara que estuviera allí frente a mi fresco como un lechuga, después de dejarme toda una semana en la basta incertidumbre de no saber que carajo había pasado. 

— Quisiera cenar contigo y conversar. — Menciono mirándome de manera fija, de pronto levanto una mano. — ¿Quieres que cargue tu bolso? — Me pregunto a lo que yo arrugando el ceño negué lentamente. — Está bien. 

Suspirando pase una mano por mi cabello descuidadamente antes de apoyar todo el peso de mi cuerpo en una pierna algo inquieta. El empresario mantenía la mirada fija en mí, como si estuviera incómodo aún con la mano a medio extender frente a mí, aquello me estaba poniendo los pelos de punta. 

— Vamos después de todo, no tengo gran cosa que hacer ahora. Aunque… Intentemos de ir a un lugar normal, no tengo mis mejores pintas — Dije señalando el conjunto que tenía puesto aquel día. 

Enzo permanencia congelado en su punto, de golpe me recorrió con la mirada antes de fruncir el ceño, lo siguiente que paso es que antes de que me diera cuenta tenía la chaqueta de Enzo sobre los hombros.

— Pero… ¿Que carajos? — Masculle sintiendo cómo me quitaba de las manos el bolso. — Oye… 

El empresario me miraba de manera fija antes de tomarme de la mano, casi que arrastrándome hasta su auto; donde una vez me dejo en el asiento del copiloto hablo por primera vez en todo el rato. 

— Iremos a un sitio sencillo. — Fue lo único que me dijo antes de cerrar la puerta y dando la vuelta se subió al auto. 

Sin decir nada, mi bolso, el cual aún tenía agarrado, lo dejo en el asiento trasero; antes de encender el motor y arrancar. Después de un rato fue que suspirando se aclaró la garganta, como buscando llamar mi atención, aunque debo admitir que mantuve la mirada sobre él, en todo momento. 

— Siento si te deje plantada, tuve que irme de viaje y acabo de regresar. — Comento de pronto, y antes que pudiese decir algo siguió hablando. — Lo cierto es que no sabía qué hacer, quizás hubiera sido mejor solo llamarte y reagendar la cita. 

Soltando un suspiro suave simplemente relamí mi labio inferior antes de cerrar los ojos, buscando una explicación lógica a todo el circo donde era el acto principal. 

— Déjalo; intenta la próxima vez avisarme. — Dije con tono suave antes de aclararme la garganta. —Pero nada de eso justifica que me envolvieras en tu chaqueta… Tampoco es que esté mal vestida, solo un vestido. — Me queje.

— Eso que llamas vestido… Deja tu espalda demasiado descubierta. — Respondió entre dientes, manteniendo la mirada fija en el camino. 

Únicamente fui capaz de reír por lo bajo pensando que aquello era estúpido; el vestido que, según era descubierto, era uno de tirantes naranja oscuro que me llegaba a la rodilla y era de corte recto en el escote, apenas y mi clavícula se veía; pero, no queria comenzar a discutir con ese extraño hombre. De todos los locos que me podía cruzar en el mundo, me toco uno del que no me podría librar a corto plazo. 

~…~ 

Cuando el auto finalmente se detuvo, me di cuenta de que estábamos en una pizzería al lado de un concesionario. 

— Vamos, al terminar iremos por algo que me gustaría darte…— Dijo de manera distraída. — ¿Normalmente sales anocheciendo de tu consultorio? — Cuestiono Enzo mientras salía de su auto.

Mordiéndome el labio inferior para no decir algo de lo que me pudiera arrepentir, me baje del auto después de sacar mi teléfono de mi cartera y siguiéndolo negaba. 

— Depende del día y la cantidad de pacientes, ¿Por? — Conteste, sentándome en una mesa, sintiendo nuevamente la mirada de Enzo fija en mí. 

Si seguía en ese plan, lo próximo que haría sería patearlo hasta que llorara, realmente me estaba incomodando, de una sobremanera tenerlo mirándome fijamente, y esperando una respuesta que no llego, pues simplemente salto a otro tema.  

~…~ 

Posterior a una comida silenciosa, donde apenas y conversamos, en la cual me entere de que había tenido que salir del país para terminar el mismo unos negocios que habían salido mal en manos del primer encargado. 

Me vi arrastrada, al concesionario, donde luego de casi una hora, salí con la noticia de que en dos días me llamarían para ir a buscar mi nuevo auto o bueno el auto de Enzo, que usaría mientras estuviéramos dentro de este extraño circo, ese era el pequeño detalle que queria darme. 

Y tan efímero como llego, me dejo en mi casa y se marchó prometiendo que el día que tuviera que buscar el auto me recogería y me acompañaría de nuevo al concesionario. Permanecí en la calle viendo cómo se alejaba a toda velocidad, una vez lo perdí de vista y entre a la casa. 

Donde me encontré con la noticia que mis padres, junto a mi hermana menor y mi tía, habían salido de viaje para una consulta médica de mi madre y visitar a mi abuela. 

— Lo que me faltaba… ser niñera de Nicolás — Me queje al vacío antes de ir hasta mi habitación refunfuñando.

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