XXIX Restricciones

Alessa corrió por los pasillos del hospital hasta encontrar a su madre. La mujer lloraba.

—¿Cómo está Florencia?

—Se rompió una pierna.

—¿Y cómo pasó?

—Ella y Martín iban en el auto, alguien los chocó por el lado de Florencia... ¡Pudo morir!

—Pero no murió, mamá. Tranquila, ella estará bien.

Abrazar a su madre fue agradable. Era una lástima que tuviera que ocurrir una tragedia para volver a hacerlo. El dulce calor que sentía junto a ella no lo había encontrado nunca en nadie más y lo había perdido hacía tanto tiempo que ya casi no lo recordaba.

La mujer se apartó cuando Martín apareció. Fue su turno de entrar a ver a Florencia.

Alessa ni siquiera miró al hombre, que se paró frente a ella ante su desplante.

—Alessa, sobre lo que ocurrió en los viñedos...

—Yo no le diré nada a mi hermana siempre y cuando no vuelva a repetirse. Eres su esposo y eso no se me olvida.

—Sin alcohol encima.

—¿Qué quieres decir?

—La fiesta de la vendimia el año pasado, en la bodega de vinos. ¿Estabas muy ebri
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