Alessa corrió por los pasillos del hospital hasta encontrar a su madre. La mujer lloraba.
—¿Cómo está Florencia?
—Se rompió una pierna.
—¿Y cómo pasó?
—Ella y Martín iban en el auto, alguien los chocó por el lado de Florencia... ¡Pudo morir!
—Pero no murió, mamá. Tranquila, ella estará bien.
Abrazar a su madre fue agradable. Era una lástima que tuviera que ocurrir una tragedia para volver a hacerlo. El dulce calor que sentía junto a ella no lo había encontrado nunca en nadie más y lo había perdido hacía tanto tiempo que ya casi no lo recordaba.
La mujer se apartó cuando Martín apareció. Fue su turno de entrar a ver a Florencia.
Alessa ni siquiera miró al hombre, que se paró frente a ella ante su desplante.
—Alessa, sobre lo que ocurrió en los viñedos...
—Yo no le diré nada a mi hermana siempre y cuando no vuelva a repetirse. Eres su esposo y eso no se me olvida.
—Sin alcohol encima.
—¿Qué quieres decir?
—La fiesta de la vendimia el año pasado, en la bodega de vinos. ¿Estabas muy ebri