LVI La búsqueda
—¡No pudo llevarlas muy lejos en tan poco tiempo! ¡¿Por qué la policía no ha dicho nada?! —bramaba Florencia.

Había gritado, llorado, se había acordado de Dios y llorado de nuevo. Ana, débil como estaba, pero a salvo, les contó que oyó ruidos en el primer piso y al ir a revisar alguien la golpeó por detrás. Los sospechosos rápidamente se redujeron a una.

—¡Debí matar a esa zorra! ¡Debí sacarle los ojos, quebrarle los brazos!... ¿Por qué mi bebé? —Florencia rompió en llanto una vez más, entre los brazos de Francesco.

Habían recorrido los alrededores buscado pistas o testigos en vano y la desesperanza mezclada con impotencia hizo necesario llamar al médico del pueblo. Entre gritos y súplicas le inyectaron un calmante. Ella quería salir a buscar a su hija y a su hermana, no quería dormir, no quería descansar hasta encontrarlas, pero los ojos se le cerraban.

—Francesco... encuentra a nuestra niña... —fueron sus últimas palabras.

Afuera no amanecería sino hasta unas cuantas horas. La oscur
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