En cuanto puso un pie en aquel escenario, Eve no sabía qué esperar, pero pronto, el miedo que había sentido lo dejó a un lado para hacer feliz a su esposo. Nadie iba a golpearla en cuanto la escuchara cantar, ni iban a amenazarla con matarla si se le ocurría hacerlo, no habría pistolas apuntando a su frente, ni dolor. Eve sabía que ya no debía tener miedo por más que todo estuviera oscuro y las únicas luces procedieran del escenario.
En alguna parte de esa oscuridad estaba Rob. Agradeció en su mente a Harrison por lo bien que lo planeó para que ella no tuviera miedo y lo estropeara todo.
Estaba tan nerviosa que dudó que la voz escapara de su garganta, pero estaba decidida a hacerlo.
Vio aparecer una silueta que se acercaba y se encontró con la mirada de su esposo y la de su hijo.
Ambos la veían con tanto orgullo, con tanto amor, que Eve se colocó en el centro del escenario y no dudó en concentrarse en su actuación.
La música comenzó a sonar como en aquella vida pasada que de vez en cu