Rob vio como la camioneta Billy salía de su propiedad y la furia contra ese vaquero era casi tan destructiva como un huracán.
—¡Harrison, ven aquí ahora mismo! —gritó fuera de sí y corrió detrás de su primo al ver que intentaba huir.
—Mi madre está enferma, no me entretengas que ya trabajé todo el día y eso es explotación laboral.
Harrison intentó escaparse, pero ni en sus sueños se lo iba a permitir. Le debía muchas explicaciones.
—¡Me lleva el diablo! ¿Qué pretendes trayendo a ese vaquero para que se lleve a Evangelina delante de mis narices? —gritó, iracundo y celoso.
Sí, era hora de reconocerlo. Se lo comían los celos y no soportaba ver a ese hombre cerca de ella. Puede que aquellos locos sentimientos hubieran trastocados sus planes y lo obligaran a desistir de casarse con ella, pero por encima de su cadáver ese maldito Billy la iba a tomar como amante.
Eve se merecía ser el todo de un hombre no ser la otra.
—¿Yo, nada? —dijo su primo con total inocencia, pero él lo conocía demasi