CAPÍTULO 3

Suspiro agotada y me llevo las manos a la cabeza, dejo caer el móvil y no sé qué cosas más. Dios mío... ¿hasta dónde llegará esto? Miles de ideas se me pasan por la cabeza, pero las desecho de una vez.

Si yo hubiera sabido que de todas maneras las circunstancias iban a terminarme arrastrando hasta Jhonson Wayne, no se me habría dado por escapar ayer. Ahora de ese contrato depende mi vida y la de esa persona que tantos problemas me ha traído. Debo pagar su deuda restante.

No lo pienso de nuevo y tomo el móvil, busco la tarjeta entre mis pertenencias. Con las manos temblorosas marco el número telefónico y espero paciente una respuesta.

—¿Hola? —Es su voz, inconfundible.

Me quedo callada algunos segundos, dudo.

—H-hola... Soy Meryl Sanders y... —Me interrumpe.

—Hoy a las dos de la tarde en mi oficina. —Cuelga luego de decir esa frase.

Es tan simple hablar con él.

Miro hacia ambos lados y entro al hotel, para luego subir corriendo a mi habitación, bajo la mirada atenta del recepcionista. No entiendo qué le sucede conmigo, ¿lo habrán enviado a vigilarme? No, no creo. Rápidamente desecho esas ideas negativas.

¡Maldita sea! Le doy un doloroso puntapié a lo primero que me encuentro en el suelo.

Tomo un largo baño, me visto y bajo a almorzar algo junto a Erick. Un rato después lo dejo con su maestra. Luego de meditar un extenso rato, decido tomar un taxi que me lleve a donde Jhon, solo sé su corto nombre.

Al llegar al lugar, no puedo disimular mi nerviosismo.

—Buenas tardes. Soy Meryl Sanders, tengo cita con el señor Jhon. —Me dirijo a la chica de recepción.

La rubia me sonríe ampliamente.

—Buenas tardes. Sígame... —Se adelanta y va hacia un pasillo que queda al fondo.

La sigo en silencio, tomamos el ascensor y subimos hasta el décimo piso. Al salir, doblamos a la izquierda y luego otra vez a la izquierda, nos encontramos con una gran puerta de color negro en la que no hay el típico título o cargo que tiene la persona que está del otro lado. Entonces me pregunto qué trabajo tendrá a su cargo Jhon. Es algo misterioso ese pelirrojo.

—Adelante. —La mujer me saca de mis pensamientos.

—Gracias. —Me acerco a la puerta y toco dos veces.

Ella se retira dando largos pasos.

Suspiro después de escuchar una respuesta afirmativa y entro a la oficina. Es bastante luminosa, llena de ventanales altos que dejan ver la ciudad a lo lejos. En medio de la sala está el escritorio, a los lados hay estanterías, un diván, una mesa de té y pocos adornos. De pie a un lado de la mesa de té se encuentra él, con las manos metidas en los bolsillos y una mirada penetrante, demasiado para mi gusto.

—Hola, fugitiva. —Eleva una ceja y se mueve para indicarme que tome asiento.

Yo creo que es mejor no decir que no.

—Hola, señor. Con permiso. —Tomo asiento bajo su mirada atenta.

—¿Té? —ofrece.

—Es muy amable, pero no me apetece.

Se sienta a mi lado luego de soltar los botones de su saco.

—Iré directo al grano... Será la imagen principal de la marca, su sueldo superará las quince mil libras y recibirá pagos adicionales por sesiones exclusivas. Le proporcionaremos un departamento a las afueras de la ciudad el cual también será pagado por la firma. Tendrá un chófer y todo lo que desee puede pedirlo a la asistente que le será asignada. ¿Alguna pregunta al respecto?

Espabilo atónita en reiteradas ocasiones, creo que las palabras no salen de mi boca.

—No comprendo, me causa curiosidad. ¿Por qué tanto...? —Niego y lo miro a los ojos.

Él frunce el ceño y se inclina un poco hacia mí, no me permite finalizar la oración.

—¿Disculpe? Nuestra marca es tan exitosa como otras que hay en el mercado a nivel mundial. Tenemos presupuesto para suministrarle todo lo que nos parezca mejor y eso es lo que creemos que usted merece. —Entrelaza sus largos dedos.

—Perdón, me refería a que me causa curiosidad todo el interés puesto en mí. Solo soy alguien común y corriente. ¿Y qué hay del entrenamiento de un mes? Además, no habían escogido a la imagen principal de la marca y... —Me observa con una expresión que me hace callar de inmediato.

Suspiro y bajo la mirada, no soporto la suya tan profunda.

—Sencillamente usted encaja perfectamente en el perfil de la persona que buscamos: es muy hermosa y extremadamente elegante. Escuche... —Observa su reloj de muñequera, parece que lleva prisa—. Dentro de poco debo viajar, pero mi asistente Orlando alistará todo para su llegada, el contrato y todo lo necesario. Mañana a primera hora venga, él la estará esperando. No creo que yo regrese por una larga temporada, así que ha sido un gusto conocerla. De nueva cuenta le doy la bienvenida y espero que se sienta a gusto con nosotros.

—Lo mismo digo, ha sido un gusto para mí también. —Me levanto al mismo tiempo que él lo hace y extiende su mano hacia mí, la tomo pero no la suelto—. ¿Puedo pedir solo una cosa más?

Creo que debo tener las mejillas ruborizadas. Su mano es tan fuerte, he sentido algo extraño en mí al tocarlo, sin embargo, no es momento de pensar en esas cosas.

—Lo que quiera. —Me mira atento.

Cuando dice eso no le ayuda mucho que digamos a mi corazoncito...

—¿Podría llevar a mi hijo a vivir conmigo? Es un niño de cuatro años y medio, muy tranquilo e inteligente. No dará problemas, lo juro —digo aquello con un poco de duda.

Su expresión muestra sorpresa, pero rápidamente recupera la calma y asiente despacio.

—Muy bien, obviamente debe quedarse con usted, es su hijo. Se lo comunicaré a mi asistente Frank para que lo tenga en cuenta. ¿Necesita algo más?

Al parecer tiene dos asistentes. Qué lujo...

Vaya, es demasiado atento.

—No. Nada más, gracias. Es usted muy amable señor.

Él asiente y me regala una sonrisa casi imperceptible. Ante eso no sé como responder, pero sonrío también.

—Entonces, mañana aquí a primera hora. Debo irme, la acompaño hasta la salida.

Asiento y acomodo mi cartera. Él toma su maletín y apaga las luces. Ambos salimos de la oficina y caminamos en silencio a través del pasillo. Me siento una traidora a su lado, hice algo malo en contra de su empresa mientras que él me ve como la mujer perfecta para la agencia. Ha sido amable, y hasta condescendiente conmigo. No debería pagarle mal, pero ya estoy tan metida en el problema, que no sé cómo voy a salir.

Salimos del lujoso lugar, cada quien toma su camino después de despedirnos. Detallo las calles con parsimonia, me siento como si estuviera en un sueño. Jamás me habría imaginado que una marca de ropa tan famosa se fijara en alguien normal como yo.

Escucho el claxon de un auto detrás de mí, mas no presto atención, continúo caminando abrazando mis brazos y evitando romper en llanto. Pero me es imposible no llorar, me siento abrumada. Con todo ese dinero que ganaré, podría darle una vida espectacular a mi bebé, pero tendré que pagar una deuda de un padre que no conozco y que me abandonó en un supermercado cuando apenas yo era una bebé. Maldigo el día que me puse a buscar a mis padres biológicos.

—¡Señorita Sanders! —Un hombre grita mi nombre.

Paro en seco.

Una limusina se detiene a mi lado. Una de las ventanillas baja despacio y deja ver el rostro de Jhon. Me limpio rápidamente las lágrimas para que no me vea así. Qué vergüenza.

—¿A dónde se dirige? Puedo acercarla a su casa, si usted quiere. —Se dirige a mí como si nos conociéramos desde hace tiempo.

Asiento despacio.

—Voy a un hotel en Covent Garden, pero antes iré por mi bebé a la guardería que está cerca de allí —respondo algo incómoda.

No es cotidiano ver una limusina frente a mí y que todas las personas me miren como si yo tuviera dos cabezas.

El chófer baja del auto y corre para abrirme la puerta. Le agradezco lo más cortés posible que puedo y tomo asiento al lado de... Ahora que lo pienso no sé si es mi jefe, algún representante o hasta el mismo gerente. No tengo ni idea.

Me acomodo a su lado sin hacer mucho ruido y permanezco en silencio, siendo prácticamente objeto de estudio de un pelirrojo algo extraño.

—¿Está usted bien?

Asiento y acepto un pañuelo que me tiende. Finjo una sonrisa.

—¿Por qué llora? —Seca una lágrima con el dorso de su mano y doy un respingo al sentir su suave tacto.

Al parecer no limpié bien mi cara. Lo observo de frente y niego con una sonrisa.

—¿Yo? no, no estaba llorando. ¿Por qué lo haría? —río, un poco incómoda.

—Entiendo... —responde con calma, su expresión es neutral.

Seguimos el corto viaje en silencio hasta llegar a la guardería. Insiste en esperarme y yo no me puedo negar. Subo con mi niño al auto, está dormido. Jhon nos observa con insistencia y luego se queda muy pensativo. Al llegar a la entrada del hotel, me despido de él.

—Le deseo buen viaje, señor —digo eso antes de bajarme.

Él asiente y me regala una mirada un tanto extraña, sus ojos miel se quedan grabados en mi memoria.

Antes que el auto siga su rumbo y él suba la ventanilla, dice algo que me deja confusa.

—La veré pronto, cuídese mucho...

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